martes, 19 de diciembre de 2017

Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor seguridad vial


Tercera edad al volante



Transcribo este artículo de la revista MUFACE, que considero muy interesante para los jubilados:

Más de 1.800 personas fallecieron el pasado año en las carreteras españolas, 9.755 fueron ingresadas en hospitales en estado grave y 130.635 resultaron heridas sin necesidad de acudir a un centro sanitario en los 102.362 accidentes registrados con víctimas. Las cifras de la Dirección General de Tráfico (DGT) no son mera estadística; tras los números hay mucho dolor, sufrimiento e incapacidades de por vida. Rebajar los índices de siniestralidad en la carretera está en la mano de todos los conductores. También en la de los mayores de 65 años.

LOURDES S. VILLACASTÍN
Más de 26.510.000 personas tienen licencia para conducir en nuestro país y los mayores de 65 años suponen ya el 14% de los conductores, un porcentaje en aumento en los próximos años por el incremento del envejecimiento de la población. Según la DGT, el pasado año había 1.485.940 conductores entre 65 y 69 años; 1.058.469 en la franja entre 70 y 74 años y 1.256.159 que superaban los 74 años con licencias que van desde el clásico turismo y ciclomotor a remolques, tractores y otros vehículos de mayor tonelaje. No se puede conocer con exactitud cuántos de ellos circulan habitualmente por carretera, puesto que el carné de conducir permanece de por vida en manos de sus titulares, salvo infracciones graves o muy graves que exijan la retirada de la licencia por vía administrativa o judicial o porque los requisitos psicofísicos que se exigieron para otorgar el carné ya no son los mismos.
Si bien los mayores tienen la ventaja de tener más experiencia al volante, por contra cuentan con el inconveniente de que sus capacidades de respuesta merman con el paso de los años, aunque hay personas que conducen sin problemas. Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor seguridad vial, ya que conducir no es un juego de niños.

Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor seguridad vial

Cuándo dejar el coche
Muchas familias sienten preocupación cuando sus mayores se ponen al volante y se plantean si no es la hora de abandonar. Pero ¿hay que dejar de conducir por ser mayor? ¿Cuál es el momento para hacerlo? Y ¿quién debe tomar la decisión? Los expertos en la materia aseguran que no hay una edad concreta porque no hay una relación estrecha entre cumplir años y cómo se conduce, ni tampoco la ley lo determina. Sin embargo, todos coinciden en advertir que con la edad se pierden capacidades que repercuten en la conducción y en la toma de decisiones con rapidez. En muchas ocasiones, tiene además que ver con las enfermedades que se padecen y con la medicación.
El catedrático de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia y presidente de la Fundación Española para la Seguridad (Fesvial), Luis Montoro González, explica que la pérdida de capacidades psicofísicas y el desconocimiento sobre los cambios que han experimentado la señalética, las vías y la conducción, en general, originan que los mayores sean más proclives a los accidentes. “Tienen una gran pérdida de capacidades psicomotóricas. Aumenta el tiempo de reacción, tienen menos fuerza en la frenada, peor manejo al volante. También una pérdida de rapidez en las capacidades mentales a la hora de interpretar, analizar y reaccionar ante una situación. Por ejemplo, hay más accidentes en las intersecciones, en las salidas de las vías rápidas y en las incorporaciones”.
Montoro añade otros factores: “Se fatigan más”, una conducción más lenta y peor coordinada, así como peor audición y visión. “No oyen ni distinguen bien los sonidos ni su procedencia exacta, aunque el problema más grave es la visión, ya que el 90% de la información de un conductor es la visual”, puntualiza.
Además, “tienen peor agudeza visual y menor adaptación a los cambios de luz. Problemas que se incrementan por la noche”. Según estudios de la Universidad de Darmstadt (Alemania), a los 65 años la posibilidad de deslumbramiento es cuatro veces superior a la de un conductor de 20; su campo visual se estrecha, por lo que tienen dificultades para medir el movimiento de un objeto si se viaja a más de 80 km/h. “Los problemas de visión hacen que tengan un cálculo más erróneo de las distancias y una percepción más tardía de las señales con posibles confusiones de los colores”, argumenta.
Los familiares suelen ser los primeros en dar la voz de alarma cuando van de pasajeros, ya que las señales de alerta no suelen ser detectadas por el propio conductor, la tendencia es pensar que es “el otro” el que conduce mal y no nosotros mismos. ¿Cuáles son esas señales? Luis Montoro indica que “confundir o equivocarse con frecuencia, tener pequeños golpes con el coche o cansarse aunque el trayecto haya sido muy corto” son indicios que indican que algo no va bien. También que se distraigan; se olviden o les cueste cambiar de velocidad, pisar el embrague o poner el intermitente; que sean incapaces de hablar y conducir al mismo tiempo; que el coche les genere ansiedad; que les toquen con frecuencia el claxon o que no sepan dónde están cuando van conduciendo.
Dejar el volante
Pero ¿quién tiene que decirles que deben dejar el volante? Los expertos insisten en que si no son conscientes de sus errores, deben ser los médicos y los centros de reconocimiento autorizados los que deben de valorar si esa persona es apta o no tras los análisis psicofísicos. Conducir está muy relacionado con la independencia y libertad de las personas y coartar esa posibilidad puede contribuir a incrementar el aislamiento, depresión y dependencia si no hay un profesional detrás que lo indique.
Aun así, dejar el carné no es nada fácil, ya que los test para renovar el permiso son ahora cada cinco años a partir de los 70 años en los permisos de tipo 1 y cada tres en los de tipo 2, según el Real Decreto 818/2009, del 8 de mayo sobre el reglamento de conductores, en vez del periodo de uno o dos años que existía con anterioridad. Un handicap en un colectivo en el que su situación física y psíquica puede variar en poco tiempo. “Esto da lugar a la posibilidad de aparición de enfermedades restrictivas o invalidantes, que son un riesgo y que no van a ser detectadas hasta que el sujeto no pase para hacerse el reconocimiento de renovación de su permiso de conducir”, puntualiza Montoro, que señala que están elaborando una guía práctica para las familias para saber cómo actuar.
Otros factores
David Fernández, técnico de Seguridad Vial de Race, señala que no es solo una cuestión de pérdida o disminución de reflejos o problemas motóricos, sino que la mayoría posee un vehículo de más de diez años, que resta seguridad en carretera, o uno de tecnología punta que no sabe utilizar. “Los vehículos han cambiado mucho, prestan más ayuda al conductor con tecnologías como el ABS (antibloqueo de frenos) y otros sistemas, pero ellos siguen funcionando al volante como cuando se sacaron el carné”, subraya para indicar la necesidad de que se formen cuando adquieran un coche nuevo.
Fernández indica que en los estudios que se realizan a los conductores, los mayores se ven muy capacitados para conducir por lo de que “la experiencia es un grado”, pero que esa percepción no es tan segura como ellos piensan: “Son más torpes y llevan viejos vehículos que reducen sus condiciones de seguridad. El resto de los conductores incluso los señala como un peligro”.
“La percepción de ellos no es la real, pero no podemos decirles que no conduzcan o limitarles por la edad, sino por cuestiones físicas, motóricas o psicológicas. Y subraya que “con los reconocimiento médicos hay que ser cautos”, porque “son demasiado laxos para detectar ciertas patologías”.
“Debería haber una mayor comunicación entre la Dirección General de Tráfico y Atención Primaria porque la situación de los mayores varía en poco tiempo; incluso la medicación que toman puede afectarles”, indica el técnico en seguridad vial, que asegura que de este modo se podrían plantear algunas limitaciones a la conducción del colectivo.
En la misma línea, Luis Montoro puntualiza que los reconocimientos tienen que hacerse “con mayor periodicidad y de manera más específica para los mayores”. Otras medidas incluirían informarles sobre sus enfermedades y su medicación en relación al volante; formarles e informarles sobre los riesgos de la conducción; y reciclarlos en materia de seguridad vial, normativa, señalización y riesgos.
Modificar el entorno vial para que las señales fueran más visibles, legibles, creíbles e inteligibles y mejorar las vías e investigar en profundidad cómo se producen los accidentes para determinar qué medidas tomar para la seguridad, son también otras medidas que, según el docente, podrían contribuir a las disminución de accidentes.

viernes, 8 de diciembre de 2017

La Seguridad Social se queda sin patrimonio tras seis años de déficit



La Seguridad Social en déficit


El balance del instituto previsor arroja unos activos en negativo por 176

La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, hablando en un foro 
La Seguridad Social acabó el año pasado con su patrimonio neto en negativo. Después de seis años consecutivos cerrando los ejercicios con déficit creciente, los números rojos alcanzaban el 31 de diciembre de 2015 los 176 millones, según la cuenta general de la Seguridad Social.
El patrimonio de la Seguridad Social se acercó a los 70.500 millones de euros al acabar 2010. Ya al final de 2015 todos esos activos acumulados en la época de bonanza económica se habían quedado en 20.220 millones. Un año después, en un nuevo ejercicio en que los números rojos del instituto previsor batieron su propio récord del año anterior, todo ese patrimonio ya se había esfumado. Si se tratara de una empresa, la Seguridad Social estaría en quiebra. No es el caso. Le respalda el Estado y, por tanto, no está en riesgo.
Una prueba de esta falta de peligro es lo sucedido hace ya dos décadas. Entre 1996 y 2002, el patrimonio de la Seguridad Social ya estuvo en terreno negativo. Llegó a tocar suelo en 1999, cuando se situó en menos 11.003 millones de euros.

Continúa la caída

El balance patrimonial de la Seguridad Social no es lo mismo que las cuentas anuales que se presentan todos los años, y que en 2016 arrojaron un déficit de unos 18.600 millones. Aunque evidentemente entre ambas formas de contabilizar la situación del instituto previsor hay una estrecha conexión. El hundimiento del empleo, la devaluación salarial y el incremento constante del gasto en pensiones explican esta situación, que con total certeza se gravará al final de este año.
La mengua del patrimonio de la Seguridad Social ha corrido en paralelo a la reducción del Fondo de Reserva. En la hucha de las pensiones a finales de 2016 todavía se acumulaban unos 15.020 millones, una cantidad muy inferior a los casi 70.000 que llegó a tener antes de que comenzara a consumirse a finales de 2012. El remanente también será menos al acabar el año, ya que el Ministerio de Empleo habrá utilizado parte de ese dinero para pagar parte de las extraordinarias de verano y Navidad.