Han pasado los años, las estaciones y los meses
sin poderlos frenar en su velocidad; pasa el tiempo inexorablemente. Atrás
dejamos aquellas sendas que nos trajeron ilusiones, alegrías y tristezas,
pequeños altos en este camino que, aunque duro, todos deseamos vaya para
largo. Ahora, parece que hemos cambiado el paso y que otros comienzan a
adelantarnos al grito de que nos vamos haciendo viejos. Admitimos, aunque a
regañadientes, que nuestra zancada no sea tan joven como la de antes, aunque
intentamos ganar el ritmo perdido echando mano de nuestras experiencias de la
larga caminata que hasta aquí nos ha llevado.
Me molesta el nuevo adjetivo ordinal que se nos
aplica a nuestra edad, concretamente, el que
se nos cataloga o clasifica como la
¨Tercera Edad”. La connotación de tercera lleva consigo el someternos a
una categoría muy baja en nuestro recorrido, ya que nos suena a tercera
división o a billete vulgar de tercera en los antiguos trenes etc. No estoy de acuerdo con ese merecimiento
o catalogación, prefiero ser llamado “Mayor”, o “Viejo”, a pesar de todo lo que
encierra dicha palabra. En el estudio de los pueblos antiguos y sus
civilizaciones observamos el privilegio, respeto y dignidad que los mayores
representaban en el ente familiar, participaban en los llamados consejos
familiares y tenían la máxima autoridad en las decisiones familiares, dada la
experiencia acumulada por su edad.
Definitivamente, nos vamos haciendo mayores ¿Y
qué? Todos deseamos llegar a más mayores, aunque nos llamen viejos. Atrás
quedaron aquellos años que desde nuestra niñez queríamos acelerar el tiempo
para satisfacer las ansias de dejar de ser niños. Hasta hace poco nunca
pensábamos en un final, lo veíamos tan lejano que nos considerábamos casi
eternos. La llegada de esta etapa en la que se presentan y afloran las
limitaciones, especialmente físicas, nos hace pensar más en un declive que
anuncia un final ¡Ojalá lejano! que no dejamos de asumir. Ahora, nos damos más
cuenta que nuestra estancia aquí es pasajera y que el hombre nace para morir y
dar paso a nuevas generaciones ¡Que sería de este Mundo en caso contrario! Habría más paro, los jubilados aumentarían y la capacidad de recursos
disminuiría considerablemente en las naciones de toda la Tierra.
No todos los que nacimos esos años,
desgraciadamente, han podido llegar a nuestra edad actual. Miramos hacia atrás
y recordamos a aquellos amigos o compañeros que quedaron en el camino y
tristemente no pudieron disfrutar esta jubilación que también ellos anhelaban.
Las siguientes vivencias de niño en el mundo
rural o formas de vivir, acontecimientos, costumbres y aficiones de aquella
época nos identifica ya como mayores:
- Llevábamos, como consecuencia de aquella
posguerra, algún que otro cosido en aquellos pantalones cortos de pana,
calcetines altos y zapatillas de piso de goma.
- Vivimos la época en que el cine empezaba con el
“Nodo” de marras y casi siempre incluía temas taurinos.
- Nos mandaban nuestras madres ir a por leche, a
la casa de aquellas familias que tenían vacas, con aquellas lecheras
blancas de porcelana y casi siempre nos
preguntaba la mujer que nos encontraba
¿Quién está malo en tu casa? Considerando tal alimento propio de
enfermos porque lo cotidiano eran las sopas.
- Empezábamos con los cigarrillos de hoja de vid
y más tarde pasamos a los Peninsulares (12 letras), Celtas y con suerte
pillábamos algún Bisonte en las fiestas o en algunas bodas.
- Disfrutábamos del teatro siendo bien niños. Con
nuestra tajuela en mano íbamos hasta el salón donde también se celebraba el
baile; era la semana cultural de aquella época, ya que unos comediantes
aficionados venían de un pueblo llamado Venialbo (Zamora) a representar 4 ó 5
obras de su repertorio. Representaban obras que impactaban mucho en aquella
época como: “La hija de Juan Simón”, “Don Juan Tenorio” etc. ¡Todo un oasis de
cultura popular!
- Bebíamos los domingos de verano, si nos llegaba
la propina, una bebida refrescante llamada “Sinalco”, aún no se comercializaba
la “CocaCola” ni la “Fanta”.
- Comprábamos 2 reales de pipas y nos llenaban el
bolso.
- Nos influyó tanto la Peseta que, a pesar de
utilizar hace tiempo los Euros, aún seguimos calculando determinadas cosas con
ella.
- La mili ofrecía mucha influencia en los jóvenes
del mundo rural. Era una comunicación con el exterior, conocer y convivir con
otros jóvenes y, sobre todo, esa manera de acatar y obedecer al poder militar
durante ese año, o año y medio de acuartelamiento.
- Los domingos de cuaresma no había baile. La
juventud se consolaba acudiendo de paseo a la Estación de Ferrocarril, soñando,
tal vez, en la existencia imaginaria de otros lugares más comprensivos y
tolerantes.
Seguro que los de mi época os identificáis con el recuerdo de tales cosas ¿verdad? Que forman una muestra en la larga lista de detalles y vivencias que cada uno guardamos imborrables en nuestra memoria, ya que lo actual lo grabamos mal y borramos pronto.
¡Vale que nos vayamos haciendo viejos! ¡Pero con
la cabeza bien alta y a mucha honra! Que
no hay peor vejez que la del espíritu y recuerda que vivimos en un mundo cada
vez más activo y comunicativo, en donde la actualidad del minuto presente
pronto se convierte en el ayer.