sábado, 28 de octubre de 2023

El acoso escolar

 Comportamientos ofensivos


El acoso escolar, también conocido como “bullying”, es un problema grave que afecta a estudiantes en sus entornos educativos. Nos referimos a esos comportamientos ofensivos y reiterativos que tienen la intención de causar daño, dolor o angustia a otra persona. Estos comportamientos pueden ser físicos, verbales o emocionales, y se llevan a cabo por parte de uno o varios agresores hacia una víctima específica.

El acoso escolar puede manifestarse de diferentes formas. El acoso físico implica golpear, empujar, agredir o dañar de alguna manera a la víctima. El acoso verbal incluye insultos, burlas, rumores difamatorios y comentarios ofensivos. El acoso emocional implica intimidación psicológica y amenazas.

Las consecuencias del acoso escolar pueden ser devastadoras para la víctima. Puede experimentar problemas emocionales como depresión, ansiedad, baja autoestima e incluso ideas suicidas. También puede tener dificultades académicas, absentismo escolar y problemas para relacionarse con otros. Además, los agresores también pueden sufrir consecuencias negativas a largo plazo, ya que el acoso escolar está relacionado con comportamientos antisociales en la edad adulta.

Si eres víctima de acoso escolar, es fundamental buscar ayuda. Habla con un adulto de confianza, como un profesor, un orientador escolar o tus padres, para que puedan intervenir y brindarte el apoyo necesario. El acoso escolar no debe ser tolerado, y todos tenemos la responsabilidad de crear un entorno seguro y libre de violencia en nuestras escuelas.

Hay que diferenciar entre conflictos puntuales y el acoso escolar. Si bien hay expertos que manifiestan que para que podamos hablar de acoso escolar este tiene que manifestase al menos durante seis meses, otros expertos manifiestan que el acoso escolar depende no solo de la duración, sino también de la intensidad, por lo que hablar de tiempo, no es del todo correcto.

Una situación de maltrato verbal, físico o psicológico si ocurre una vez no es acoso escolar. Si se produce dos veces puede estar en proceso de serlo. Pero si se produce tres veces, ya no es un suceso puntual ni una casualidad, sino que es síntoma de que está comenzando a ser sistemático hacia ese niño o adolescente. Por lo tanto, en cuanto a la reiteración, si el maltrato se produce tres o más veces, si es acoso escolar.

Cualquier niño o adolescente puede ser víctima de acoso escolar, no existe un perfil determinado ni de víctima ni de acosador. El proceso de acoso suele desencadenarse cuando se pone a un niño en el foco de atención del resto del grupo y otro compañero le maltrata física o psicológicamente. El acoso escolar no es un juego entre escolares, es algo muy serio que puede marcar a un niño para toda la vida, e incluso inducirle al suicidio.

Los elementos que intervienen en el acoso escolar son el acosador, la víctima y los observadores. El acosador pretende obtener un rédito, unos beneficios de este comportamiento: popularidad, poder, etc., y no cesa en su cometido si no tiene ninguna sanción. La víctima sufre a menudo en silencio esta situación. Los observadores pasivos, legitiman el acoso. Algunos pueden participar en el mismo como colaboradores y otros sencillamente observan el proceso sin intervenir.

Si los daños físicos son heridas y hematomas de diversa gravedad, los daños psicológicos pueden ser estrés, depresión, ansiedad, cambios en la personalidad, y disminución de la autoestima y del rendimiento escolar.


El acoso escolar sigue un proceso y crece como una bola de nieve cayendo por la ladera de la montaña: se hace cada vez más grande si no encuentra nada que lo detenga. Suele ser muy común que el acoso inicial sea verbal, para desembocar en el acoso físico. Dando un paso más hacia la exclusión se llega al acoso y a la tragedia, como de vez en cuando, desgraciadamente, saltan noticias a los medios de comunicación. Escandalizan y hieren a cualquiera que sienta un poco de empatía.

Yo, que por mi profesión de maestro he observado e intentado impedir comportamientos de este tipo por su crueldad e impunidad. He visto en ocasiones cómo unos cuantos desalmados hacían grupo y cuchicheaban y se reían de otro compañero, a las claras, con infame actitud, para que se diera cuenta el agraviado de tal burla. Los centros de enseñanza son un observatorio privilegiado para detectar estas conductas. Observar casos no es difícil, buscarles solución, sí lo es y mucho porque la relación entre los alumnos se prolonga más allá del edificio escolar y la insistencia continúa fuera. Las invitaciones a los cumpleaños son también ocasiones en las que se puede hacer mucho daño cuando se llama a casi todos los de la clase menos a unos pocos.

A la hora de formar grupos de trabajo por elección libre de ellos mismos, basta para darse cuenta quiénes son los marginados y quiénes los líderes. Porque unos son los que llevan la voz cantante y los demás los siguen.

El líder pone y quita jugadores en el equipo y dice quien juega de portero, que es el puesto que casi nadie quiere. Es el que fija hora y lugar de reunión y pone condiciones. Ellos son los que pueden evitar en muchas ocasiones, poniéndose de parte del acosado, conductas que atentan contra la dignidad y los derechos fundamentales. Los débiles tienen las de perder en estos comportamientos de destrucción afectiva.

El acoso tiene muchas formas:  prohibiciones, burlas, coacciones, exclusiones, intimidaciones, agresiones y amenazas. Un arsenal para derribar los sentimientos de autoestima y dignidad de un niño.

Es fundamental que los centros educativos, los padres y la comunidad en general tomen medidas para prevenir y abordar el acoso escolar. Esto implica fomentar una cultura escolar de respeto, tolerancia y empatía, donde se promueva el diálogo abierto, se enseñen comportamientos sociales y se fomente la inclusión. También es importante establecer protocolos claros para tratar el acoso escolar, así como proporcionar apoyo a las víctimas.


Acoso físico



sábado, 14 de octubre de 2023

El diálogo como comunicación humana

 

CONVERSAR


La conversación entre personas es un aspecto fundamental de la comunicación humana. Se refiere a la habilidad de mantener y sostener un diálogo preciso y fluido con otros individuos. La conversación efectiva implica un equilibrio entre escuchar y hablar, y requiere habilidades de comunicación, empatía y respeto.

Hay personas que hablan mucho pero no escuchan, en una palabra no saben dialogar. Para que se efectúe un auténtico diálogo tiene que haber comunicadores y receptores recíprocamente, es decir, que ambos alternen en ambas acciones, de lo contrario dicho diálogo se convierte en un monólogo.

En un diálogo o conversación entre personas tienen que existir unas normas para que sea un auténtico diálogo. Estas son:

Escucha activa: La escucha activa es un elemento clave en la conservación. Significa prestar atención completa a lo que la otra persona está diciendo. La escucha activa requiere evitar interrupciones, así como cierta habilidad para escuchar con atención plena el mensaje del interlocutor.

Empatía: Ser capaz de entender y compartir los sentimientos de la otra persona es esencial en la conservación. La empatía implica ponerse en el lugar del otro, mostrar comprensión y respetar las emociones y perspectivas de la otra persona. La empatía fortalece las relaciones entre personas.

Respeto mutuo: El respeto es fundamental en cualquier diálogo. Implica reconocer la igualdad de valor y dignidad de cada persona involucrada en la conversación. Respetar las opiniones y perspectivas de los demás, incluso si difieren de las propias, es esencial para mantener una conversación constructiva y respetuosa.

     Equilibrio en la participación: Una conversación saludable implica un equilibrio en la participación de ambas partes. Es importante permitir que todas las personas involucradas tengan la oportunidad de hablar y compartir sus puntos de vista. Evitar monopolizar la conversación y dar espacio a los demás para expresarse fomenta un diálogo equilibrado y enriquecedor.

Al desarrollar estas habilidades, podemos mejorar nuestras relaciones interpersonales y construir una comunicación más saludable y satisfactoria.

En mi pueblo se charlaba en las fraguas, especialmente en días de lluvia, al son del macho en el yunque y del chasquear de la reja en el agua. Era tiempo propicio para abuzar las rejas y de darle al palique sobre anécdotas o noticias que acaecían en la vida diaria. También se charlaba en las zapaterías, al ritmo de puntadas de lezna y bramante untado con pez, y en las carpinterías bajo el ruido de sierras, martillos y mazas. Ya no existen ni esos lugares ni tampoco tales interlocutores, falta gente y sobran prisas. Sin olvidarnos de aquellas noches de verano que se salía a la puerta a tomar el fresco junto a los vecinos, Se llevaban a cabo las correspondientes tertulias que a veces declinaban en mordaces críticas hacia otros vecinos. Un conocido mío de otro pueblo me decía cierta vez que las críticas en los pueblos eran el “deporte nacional”, yo le decía que no era para tanto.

Muchas casas tienen un solo morador. Cuando se echa la noche los cerrojos levantan lindes entre la soledad y la calle. Largas veladas a solas, pero es imprescindible conversar con los demás para que la salud mental no se encasille en los límites de los malos pensamientos, para resolver preocupaciones que se alimentan con el tictac del reloj en tales estancias.  No confundamos, conversar no es  escuchar a tertulianos en la radio o en la televisión. Entre mayores, es bueno verse cara a cara aunque solo sea para cambiar impresiones sobre el tiempo, compartir las dolencias recíprocas que se sufren, comentar y recordar la vida en otros tiempos etc. son comportamientos que enriquecen esa continuidad de la vida. Tener las mismas sensaciones de alegría o de tristeza, ante parecidas situaciones ,ayuda y anima. Un amigo que había pasado por una fuerte depresión me dio un consejo: si alguna vez te pasa, no te encierres en casa, sal fuera y habla con la gente: ”tener con quien hablar es un enorme paracaídas para la salud”. Algunas veces, en mi pueblo y a altas horas de la noche, sorprendían a dos locuaces paisanos charlando en medio de la calle. Habían cerrado los bares y volvían de regreso a sus casas haciendo escalas de trecho en trecho. Paraban, echaban un cigarro y seguían con la conversación.

Coincidí y participé algún año en mi pueblo en la recolección de la uva, mejor dicho en la vendimia, Allí, aparte de vendimiar, se dialogaba abundantemente. Alrededor de las cepas era un lugar propicio para tertulias, era, tal vez, un recurso para que la jornada se hiciera más corta, Allí se relataban historias que los jóvenes no conocíamos, como aquella que aun recuerdo sobre el baile en San Román en otra época. Contaban que en otros tiempos había dos salones de baile, uno para los de derechas y otro para los de izquierda. Noticia que me impacto enormemente. ¡Qué penoso! Qué forma de lastrar una buena convivencia entre paisanos. Parece mentira que la política pudiera romper toda relación entre personas nacidas en el mismo entorno.

 

jueves, 15 de junio de 2023

La epidemia silenciosa de la soledad.

 

La soledad no deseada

 

    No es lo mismo la soledad deseada por nosotros mismos, que la soledad que las circunstancias de la vida y la sociedad nos impone. Esa soledad elegida resulta enriquecedora y favorable para nuestro desarrollo personal, para meditar, en silencio, sobre nuestros comportamientos con los demás, así como las decisiones a tomar.

       Hoy, vamos a tratar de esa soledad no elegida por nosotros que la edad y la sociedad nos la impone irremediablemente. Esta soledad impuesta es considerada y denominada como “La epidemia del siglo XXI”, En cualquier caso y situación, la soledad no deseada tiene graves consecuencias para la salud. Además de afectar al bienestar psicológico de las personas, se asocia con peores niveles de salud, tanto física como mental, y mayor riesgo de mortalidad, lo que, en las etapas finales de vida, implica una peor calidad de vida, haciendo mella en la gente mayor, entre los que me incluyo.

Este fenómeno creciente en esta época está provocado, sobre todo, por el aumento de hogares unipersonales y nuevos tipos de familias, pero nunca es por una sola causa y por eso intervienen otra serie de circunstancias como pueden ser el descenso de la natalidad, la tendencia a relaciones personales cada vez menos duraderas, matrimonios rotos, el paro o la precariedad en el empleo y hasta la frenética vida en las grandes ciudades. El declive de la familia, auténtica unidad esencial de la sociedad, tiene mucho que ver con la epidemia de la soledad. Cada vez hay más divorcios, familias desestructuradas, cuyo final pasa a convertirse en hogares unipersonales.

  La soledad no deseada ya era un tema recurrente en los medios de comunicación, y de forma diaria, muchos de los artículos consultados reflejan, además, el impacto que ha tenido la pandemia del COVID-19 en este terreno, que ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las personas mayores. Precisamente, para mantenerlas a salvo, se las aisló y privó de la compañía, del contacto con otras personas, de socializar… Nuestra cultura se rige por la convivencia física, y la carencia de esta se ha convertido en un aumento del riesgo.

   Para hacer frente a este problema sería necesario buscar soluciones por parte de instituciones públicas, ya sea a base de psicólogos que reconforten tales sentimientos etc. Hay países en que los gobiernos de turno, como el caso de Reino Unido que, preocupados por tal epidemia, han establecido o creado un ministerio de “Soledad y Familia”. La sociedad actual está marcada por las nuevas tecnologías, que, a veces, nos aíslan, y los individualismos deben virar hacia el cuidado a los demás. Hay que concienciar e involucrar al resto de la sociedad, incluyendo a los convecinos de su entorno. Atajar el problema es una responsabilidad conjunta. El resto de las personas también tenemos que ser un poco responsables de esta soledad que sufren muchos ancianos, a los que, a veces, marginamos por razón de su avanzada edad.

 ¿Qué podemos hacer ante la soledad rural?

      Hay muchas y diversas actuaciones que pueden realizarse para prevenir y reducir los sentimientos de soledad en el ámbito rural. Por un lado, estarían todas las actuaciones que podríamos englobar en la prevención de la despoblación de zonas rurales (políticas, de empleo, mejorar la fiscalidad, accesibilidad, transporte y conectividad), sin personas disponibles físicamente es muy complicado establecer o crear relaciones, fomentar el asociacionismo y aumentar los recursos comunitarios que favorezcan el encuentro y la participación social (clubs sociales, comercios, zonas de recreo, etc.). Los bares en el mundo rural, aunque no todos los pueblos tienen, son los lugares de contacto, ocio y convivencia de la mayoría de sus habitantes. Allí, aparte de tomar un vino, cerveza, café o refresco, también se juega a las cartas (tute, mus etc.) A la hora de emprender una partida de cartas no se debe marginar a los ancianos, que acudan allí, aunque manifiesten pequeñas limitaciones en su mente. No ignorarlos, participando y compartiendo con ellos esos juegos lúdicos. Creo que una actitud de rechazo fomenta el aislamiento, la frustración y a la postre la soledad de ellos.

 El miedo a la soledad:

Todo el mundo tiene miedos, y es importante tenerlos, a medida que crecemos nuestros temores cambian y el miedo a la soledad que siente un adulto es el miedo al abandono que siente un niño, en diferentes escalas, pero en los dos casos tiene que ver con una angustia provocada por algo imaginario. Si no aprendemos a controlar ese miedo, lo hacemos nuestro, nos invade, y ello trae tristeza, depresión, baja autoestima, desmotivación, incertidumbre y ansiedad, que influye en nuestro día a día, nos frena en la toma de decisiones y en el disfrute de pequeños placeres, nos distorsiona creándonos un constante y perdurable malestar.

martes, 14 de marzo de 2023

De los anteriores asilos a las actuales residencias geriátricas.

 

Asilos y residencias


Antes, las personas mayores envejecían en sus casas cuidadas por sus hijos. Siempre eran las mujeres las que afrontaban esos cometidos. La sociedad daba a las mujeres en exclusividad las siguientes tareas: el cuidado y limpieza de la casa, confeccionar ropa, el cuidado, en el mundo rural, de los animales domésticos que allí convivían y atender y cuidar de los ascendientes mayores de una y otra parte ¡Como si los hombres no tuvieran manos y sentimientos para tal actividad! Llevaban éstas en el reverso del carnet de identidad las siglas S.L. que las marcaba a sus labores, labores muy amplias como atributo de su condición femenina. Deberes que la costumbre y la sesgada educación imperante les imponían. Sus Labores que en sentido más amplio y sincero debería haber dicho: sus multilabores.

       En aquellos tiempos había centros benéficos llamados asilos para acoger a pobres de solemnidad, así como aquellos mayores que no tenían familia, o si la tenían no querían saber nada de ellos. Si unos hijos optaban por ingresar en tales instituciones a sus padres, la sociedad les tachaba de malos hijos por abandono de sus ascendientes en esa última etapa.

Los tiempos, afortunadamente, han cambiado. ya la mujer no tiene por exclusividad S.L. ya que desempeña un puesto de trabajo en esta sociedad igual que el hombre.

Ahora que la mujer ha entrado en el campo laboral, los trabajos domésticos han dejado de ser exclusividad de ella, repartiéndose con cierta equidad por ambos partes. El problema se presenta cuando uno de los ascendientes que, por razón de su edad, no es autosuficiente y requiere cuidados intensivos durante todo el día. Al trabajar marido y mujer fuera del hogar no le pueden atender, ni tampoco su economía les permite contratar asalariados para tal cometido. Esta es la causa principal del nacimiento de otros internamientos para nuestros mayores, que ahora llamamos Residencias. La palabra suena mejor que asilo, y esta sociedad, tan hipócrita y crítica en épocas anteriores, aprueba y asimila tal novedad.

Hemos de resaltar otra opción, que es mantener a los mayores en su hábitat natural, es decir en su domicilio bajo la tutela y ayuda de cuidadoras. Un considerable número de cuidadoras, casi todas inmigrantes, han encontrado trabajo atendiendo a personas mayores, personal español raramente se encuentra para ello; es por lo que los gobiernos de turno deberían premiar a tales cuidadoras con la concesión inmediata de la nacionalidad española, dada la dura tarea que desempeñan velando por nuestros mayores.

Las buenas residencias de mayores ofrecen ciertos atractivos a los residentes como: atención médica personalizada, envejecimiento activo, cuidado personal, entornos seguros, mejora de las relaciones sociales, alimentación adecuada, control de la medicación, prevención de enfermedades patológicas etc. Creo que todo es interesante, aunque dichas residencias carecen de esa sustitución del entorno familiar y afectivo que antes gozaba el actual residente.