Tercera edad al volante
Transcribo este artículo de la revista MUFACE, que
considero muy interesante para los jubilados:
Más de 1.800 personas fallecieron el pasado año en las carreteras
españolas, 9.755 fueron ingresadas en hospitales en estado grave y 130.635
resultaron heridas sin necesidad de acudir a un centro sanitario en los 102.362
accidentes registrados con víctimas. Las cifras de la Dirección General de Tráfico
(DGT) no son mera estadística; tras los números hay mucho dolor, sufrimiento e
incapacidades de por vida. Rebajar los índices de siniestralidad en la
carretera está en la mano de todos los conductores. También en la de los
mayores de 65 años.
LOURDES S. VILLACASTÍN
Más de 26.510.000 personas tienen licencia para conducir en nuestro país y
los mayores de 65 años suponen ya el 14% de los conductores, un porcentaje en
aumento en los próximos años por el incremento del envejecimiento de la
población. Según la DGT, el pasado año había 1.485.940 conductores entre 65 y
69 años; 1.058.469 en la franja entre 70 y 74 años y 1.256.159 que superaban
los 74 años con licencias que van desde el clásico turismo y ciclomotor a
remolques, tractores y otros vehículos de mayor tonelaje. No se puede conocer
con exactitud cuántos de ellos circulan habitualmente por carretera, puesto que
el carné de conducir permanece de por vida en manos de sus titulares, salvo
infracciones graves o muy graves que exijan la retirada de la licencia por vía
administrativa o judicial o porque los requisitos psicofísicos que se exigieron
para otorgar el carné ya no son los mismos.
Si bien los mayores tienen la ventaja de tener más experiencia al volante,
por contra cuentan con el inconveniente de que sus capacidades de respuesta
merman con el paso de los años, aunque hay personas que conducen sin problemas.
Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor
seguridad vial, ya que conducir no es un juego de niños.
Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor
seguridad vial
Cuándo dejar el coche
Muchas familias sienten preocupación cuando sus mayores se ponen al volante
y se plantean si no es la hora de abandonar. Pero ¿hay que dejar de conducir
por ser mayor? ¿Cuál es el momento para hacerlo? Y ¿quién debe tomar la
decisión? Los expertos en la materia aseguran que no hay una edad concreta
porque no hay una relación estrecha entre cumplir años y cómo se conduce, ni
tampoco la ley lo determina. Sin embargo, todos coinciden en advertir que con
la edad se pierden capacidades que repercuten en la conducción y en la toma de
decisiones con rapidez. En muchas ocasiones, tiene además que ver con las
enfermedades que se padecen y con la medicación.
El catedrático de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia y presidente
de la Fundación Española para la Seguridad (Fesvial), Luis Montoro González,
explica que la pérdida de capacidades psicofísicas y el desconocimiento sobre
los cambios que han experimentado la señalética, las vías y la conducción, en
general, originan que los mayores sean más proclives a los accidentes. “Tienen
una gran pérdida de capacidades psicomotóricas. Aumenta el tiempo de reacción,
tienen menos fuerza en la frenada, peor manejo al volante. También una pérdida
de rapidez en las capacidades mentales a la hora de interpretar, analizar y
reaccionar ante una situación. Por ejemplo, hay más accidentes en las
intersecciones, en las salidas de las vías rápidas y en las incorporaciones”.
Montoro añade otros factores: “Se fatigan más”, una conducción más lenta y
peor coordinada, así como peor audición y visión. “No oyen ni distinguen bien
los sonidos ni su procedencia exacta, aunque el problema más grave es la
visión, ya que el 90% de la información de un conductor es la visual”,
puntualiza.
Además, “tienen peor agudeza visual y menor adaptación a los cambios de
luz. Problemas que se incrementan por la noche”. Según estudios de la
Universidad de Darmstadt (Alemania), a los 65 años la posibilidad de
deslumbramiento es cuatro veces superior a la de un conductor de 20; su campo
visual se estrecha, por lo que tienen dificultades para medir el movimiento de
un objeto si se viaja a más de 80 km/h. “Los problemas de visión hacen que
tengan un cálculo más erróneo de las distancias y una percepción más tardía de
las señales con posibles confusiones de los colores”, argumenta.
Los familiares suelen ser los primeros en dar la voz de alarma cuando van
de pasajeros, ya que las señales de alerta no suelen ser detectadas por el
propio conductor, la tendencia es pensar que es “el otro” el que conduce mal y
no nosotros mismos. ¿Cuáles son esas señales? Luis Montoro indica que
“confundir o equivocarse con frecuencia, tener pequeños golpes con el coche o
cansarse aunque el trayecto haya sido muy corto” son indicios que indican que
algo no va bien. También que se distraigan; se olviden o les cueste cambiar de
velocidad, pisar el embrague o poner el intermitente; que sean incapaces de
hablar y conducir al mismo tiempo; que el coche les genere ansiedad; que les
toquen con frecuencia el claxon o que no sepan dónde están cuando van
conduciendo.
Dejar el volante
Pero ¿quién tiene que decirles que deben dejar el volante? Los expertos
insisten en que si no son conscientes de sus errores, deben ser los médicos y
los centros de reconocimiento autorizados los que deben de valorar si esa
persona es apta o no tras los análisis psicofísicos. Conducir está muy
relacionado con la independencia y libertad de las personas y coartar esa
posibilidad puede contribuir a incrementar el aislamiento, depresión y
dependencia si no hay un profesional detrás que lo indique.
Aun así, dejar el carné no es nada fácil, ya que los test para renovar el
permiso son ahora cada cinco años a partir de los 70 años en los permisos de
tipo 1 y cada tres en los de tipo 2, según el Real Decreto 818/2009, del 8 de
mayo sobre el reglamento de conductores, en vez del periodo de uno o dos años
que existía con anterioridad. Un handicap en un colectivo en
el que su situación física y psíquica puede variar en poco tiempo. “Esto da
lugar a la posibilidad de aparición de enfermedades restrictivas o
invalidantes, que son un riesgo y que no van a ser detectadas hasta que el
sujeto no pase para hacerse el reconocimiento de renovación de su permiso de
conducir”, puntualiza Montoro, que señala que están elaborando una guía
práctica para las familias para saber cómo actuar.
Otros factores
David Fernández, técnico de Seguridad Vial de Race, señala que no es solo
una cuestión de pérdida o disminución de reflejos o problemas motóricos, sino
que la mayoría posee un vehículo de más de diez años, que resta seguridad en
carretera, o uno de tecnología punta que no sabe utilizar. “Los vehículos han
cambiado mucho, prestan más ayuda al conductor con tecnologías como el ABS
(antibloqueo de frenos) y otros sistemas, pero ellos siguen funcionando al
volante como cuando se sacaron el carné”, subraya para indicar la necesidad de
que se formen cuando adquieran un coche nuevo.
Fernández indica que en los estudios que se realizan a los conductores, los
mayores se ven muy capacitados para conducir por lo de que “la experiencia es
un grado”, pero que esa percepción no es tan segura como ellos piensan: “Son
más torpes y llevan viejos vehículos que reducen sus condiciones de seguridad.
El resto de los conductores incluso los señala como un peligro”.
“La percepción de ellos no es la real, pero no podemos decirles que no
conduzcan o limitarles por la edad, sino por cuestiones físicas, motóricas o
psicológicas. Y subraya que “con los reconocimiento médicos hay que ser
cautos”, porque “son demasiado laxos para detectar ciertas patologías”.
“Debería haber una mayor comunicación entre la Dirección General de Tráfico
y Atención Primaria porque la situación de los mayores varía en poco tiempo;
incluso la medicación que toman puede afectarles”, indica el técnico en
seguridad vial, que asegura que de este modo se podrían plantear algunas
limitaciones a la conducción del colectivo.
En la misma línea, Luis Montoro puntualiza que los reconocimientos tienen
que hacerse “con mayor periodicidad y de manera más específica para los
mayores”. Otras medidas incluirían informarles sobre sus enfermedades y su
medicación en relación al volante; formarles e informarles sobre los riesgos de
la conducción; y reciclarlos en materia de seguridad vial, normativa,
señalización y riesgos.
Modificar el entorno vial para que las señales fueran más visibles,
legibles, creíbles e inteligibles y mejorar las vías e investigar en
profundidad cómo se producen los accidentes para determinar qué medidas tomar
para la seguridad, son también otras medidas que, según el docente, podrían
contribuir a las disminución de accidentes.