Después de los 65
años comienza a vivirse una etapa de la vida que para muchos requiere de un
aprendizaje para aceptar con alegría la edad dorada.
Para aprender a envejecer se requiere ante todo de una preparación interior ayudada por la sabiduría, prudencia y sentido de previsión que se ha adquirido en el paso por la vida.
Al llegar a los
70, es muy posible que los cambios físicos y emocionales se hagan más
evidentes. Por ello es importante ser consciente de muchas de las cosas que
sucederán y prepararse para aceptar todos estos cambios como hechos naturales
de la vida.
Lo qué pasará
cuando la vejez se asome:
Posiblemente llegará
el momento en que me entenderán menos y entenderé menos a los demás. Con el
tiempo se irán acentuando más las diferencias de edades.
Los adelantos
científicos y tecnológicos conllevan grandes transformaciones. Mis opiniones y
juicios perderán peso. La credibilidad disminuirá y contaré menos para muchas
personas.
Por fuerza de las
circunstancias y por la vertiginosa carrera de la vida, cada año me iré
quedando desactualizado.
Con el paso de
los meses sufriré limitaciones físicas y funcionales. Disminuirá mi resistencia
a las enfermedades; tendré lentitud e inseguridad para actuar y tomar
decisiones y todo eso lo notarán los demás.
También llegará
la disminución de mi capacidad mental e intelectual. Seré más lento para leer y
entender, para asimilar y para aprender. Disminuirá mi memoria y confundiré los
acontecimientos, los tiempos y las personas.
Lo que tendré de
evitar:
Tendré que poner
todos los medios para no volverme caprichoso, exigente, intolerante y poco
comprensivo. Evitaré ser impaciente y mal genio. Igualmente evitaré ser
quejumbroso, irónico, gruñón y también me cuidaré de no repetir el mismo cuento
todos los días. También evitaré sentirme inútil, incapaz, estorboso ni acabado.
Más bien procuraré ser todo lo contrario.
No descuidaré mi
comportamiento, mis modales, ni mi presentación personal. Evitaré ser
absorbente, acaparador, absolutista, dogmático o dueño único de la verdad. Por
el contrario, seré más comunicativo y escucharé más.
Lo que tendré que
hacer:
Con prudencia y
paciencia, mediante mi ejemplo y mi palabra, me dedicaré más a enseñar las
buenas costumbres, la práctica de las virtudes humanas, los buenos modales, la
conducta intachable y todos los conocimientos necesarios para que sean mejores
y más útiles a la sociedad.
Delegaré cada vez
más en mis hijos y les transmitiré mis conocimientos y experiencias para que
vayan asumiendo las responsabilidades en todo lo referente a nuestra familia.
En el momento
oportuno –y mejor hacerlo pronto-, debo dar a mis hijos las indicaciones sobre
el manejo de nuestros bienes y sobre su distribución y reparto. Haré la
relación de los bienes y las deudas y las actualizaré cada 6 meses. Si es
necesario, elaboraré un testamento.
Buscaré nuevas
formas de ser útil a los demás porque sé que aún esperan mucho de mí y mi
obligación es entregar hasta el fin lo mucho que he recibido para ponerlo al
servicio de todos.
Es apenas natural
ir disminuyendo en todo: en funcionalidad, en capacidad y en posibilidades
físicas y mentales y por eso es lógico que continúe opacándome y que otros me
reemplacen y tomen las riendas. Conviene pues que otros se luzcan y que uno
desaparezca”.
El contenido de REFLEXIONES PARA APRENDER A ENVEJECER es ideal para saber
envejecer.