viernes, 30 de octubre de 2020

Tiempo de otoño

LLEGÓ OTRO OTOÑO




Otra estación más luchando contra el “coronavirus”. Los rebrotes de esta “pandemia” han vuelto a surgir y nos hacen olvidar, un poco, la belleza de esta estación. Hace ya algo de tiempo que cogemos las chaqueta o jersey y, a veces el paraguas, siempre observando el cambio tan extraordinario con el que se manifiesta la naturaleza por estas fechas.

Este año, según los meteorólogos, dicen que el otoño comenzó el 22 de septiembre en el Hemisferio Norte y durará 89 días y 20 horas, finalizando con el solsticio de invierno, el 21 de diciembre. Ya notamos los días más cortos y las noches más largas, apetece arroparse un poco en la cama.

 Los tonos rojizos, anaranjados, violetas... nos ofrecen un espectáculo sin igual. y si a eso se añade el color que van tomando los árboles y arbustos, especialmente la vid, tan abundante en nuestro pueblo, una vez terminada la vendimia las cepas toman una belleza multicolor, desde verde, amarillo, rojo etc., creando un espectáculo extraordinario. También en otoño se recogen los últimos frutos del campo. Si por algo me gusta el otoño es precisamente por su colorido.

Gran parte de los animales se preparan para la hibernación, otros emigran hacia tierras más cálidas, como es el caso de las aves.  Es asombroso verlas al atardecer, atravesar el cielo todas juntas, volando en forma de uve hacia la dirección del sol, emitiendo unos atractivos graznidos que parece que nos dicen "¡adiós, hasta el año que viene!".

Esta metamorfosis de las estaciones nos cambia también a nosotrosCon el paso de las estaciones no solamente cambia la naturaleza que nos rodea, también transforma nuestros sentimientos y emociones, sintonizando con nuevos ritmos de luz y oscuridad, de calor y frío, cambios en la humedad y en los vientos que renuevan el aire, cambios de actividad en los ciclos del agua, flora, fauna etc.

No todo en otoño es belleza. El otoño se asocia tradicionalmente a la melancolía, nos retiramos del mundo exterior, física y psicológicamente, y nos volvemos hacia el interior. Pasamos menos tiempo al aire libre y estamos más en casa, dedicados a actividades menos abiertas que las del verano: leemos, conversamos y podemos volver a gozar del fuego del hogar. Encierra algo de melancolía el ver esa caída de las hojas de los árboles. Dentro del ciclo de estaciones, al otoño corresponde el atardecer en el día y a la culminación de la madurez en la vida. Es tiempo de sazón y de declive. El otoño, no solo se asocia con el declive, también lo asociamos con la decadencia.

¡Y qué más voy a deciros! Solo que os animo a disfrutar de este tiempo que ha venido, que viváis el momento con ilusión y esperanza, y que a pesar de los malos tiempos que corren, podamos sacar lo mejor de este otoño.

Los poetas, con gran agudeza en sentimientos, saben inmortalizar cualquier momento. Transcribimos el bello poema de Miguel Hernández al “triste otoño”.

 

 Otro otoño triste,

(Poema de Miguel Hernández)

 

Ya el otoño frunce su tul

de hojarasca sobre el suelo,

y en vuelo repentino,

la noche atropella la luz.

 

Todo es crepúsculo,

señoreando en mi corazón.

Hoy no queda en el cielo

ni un remanso de azul.

 

Qué pena de día sin sol.

Qué melancolía de luna

tan pálida y sola,

ay que frío y ay que dolor.

 

¿Dónde quedó el calor

del tiempo pasado,

la fuerza y la juventud

que aún siento latir?

 

Se fue quizás con los días cálidos,

de los momentos que a tu lado viví.

Y así esperando tu regreso,

otro otoño triste ha llegado sin ti.


lunes, 5 de octubre de 2020

Algunos hechos que nos marcaron

 


Las vivencias marcan a las personas


Todos aquellos que nacimos en los años cuarenta, y ahora casi octogenarios sobre nuestras espaldas, somos hijos de un tiempo y de una tierra de sabor hoy rancio y con tonalidad sepia, pero no menos válida y que merece la pena reivindicar. Surgimos en plena posguerra, guerra que aunque no conocimos sufrimos, involuntariamente, unos efectos que nos marcaron durante gran parte de nuestra vida. Lo que sigue es el recordatorio de unos cuantos hechos o experiencias que a nuestra generación le tocó vivir ¡Ojalá sirva de acicate para que las nuevas generaciones nos comprendan mejor!


Pasamos una infancia teniendo como patio y escuela la calle, entonces llena de vida y sana confraternización, ¡qué buena escuela la calle!. Allí, fuimos elegidos para jugar, o no, pero por muy fuertes que fueran nuestras peleas, hasta nos “canteábamos”, pero siempre todo se olvidaba, nuestra consigna era no guardar rencor. Nuestras carestías, entre ropas zurcidas o remendadas, antes heredadas de hermanos mayores, las sustituíamos, con un gran poder de imaginación, construyendo carros con cajas de zapatos y otros juegos que improvisábamos con madera, palos, cuerdas etc. Juegos que trataban de imitar a nuestros mayores, aprendiendo a ser como ellos.

Jugábamos también a pídola, al marro, al aro, a los santos -recortando cajas de cerillas gastadas-, a la peonza, al escondite, a un juego que llamábamos “los oficialillos” –con él tratábamos que el equipo contrario adivinara un oficio que nosotros representábamos con mímica-. Las chicas al corro, a las muñecas, a las tabas y a saltar la cuerda etc.

 

Manifestábamos ilusión y esperanza por unos Reyes que, cuando mucho y excepcionalmente, nos traían el caballo de cartón o la muñeca. Distraíamos nuestra impaciencia con cualquier cosa entre tebeos o colección de cromos, cuando las obligaciones nos dejaban, ya que desde pequeños también nos tocaba trabajar en el campo, algunos de rapaces, a otros se nos encomendaban faenas de la era, el cuidar de los animales de casa y todos hacíamos los recados que nuestra madre nos encomendaba.

 

En la escuela, memorizábamos todo con la pedagogía de entonces: ”la letra con sangre entra”; en la mayoría de los casos sin la motivación y estímulo correspondiente. La enciclopedia Álvarez o Dalmau, plumier de madera - cuando no era sustituido por una caja de chapa- y dos tinteros en cada pupitre bipersonal. Estudiábamos distintas materias principales, había una muy peculiar en bachillerato a la que llamábamos, o llamaban: Formación del Espíritu Nacional. Siempre con una separación de niños y niñas, lejos de la coeducación actual. 


Ya practicábamos el fútbol, hoy deporte rey, dábamos patadas a la pelota en cualquier era y teníamos como porterías a ambos lados unas piedras o algunos abrigos o jerseys. Tener un balón de cuero, que llamábamos de reglamento, era el anhelo al que todos aspirábamos.


Apareció en nuestra adolescencia la televisión, íbamos a ver partidos de fútbol y corridas de toros al primer bar que adoptó tal innovación en el pueblo, o a la casa de los vecinos privilegiados que la poseían, siempre con aquella mala resolución e interferencias de aquellos primeros años de emisión.

 

Dado que la Educación Sexual fue nuestra asignatura pendiente, la inocencia y descubrimiento del sexo era a costa de otros chicos mayores, con las aberraciones correspondientes. Cine, sujeto a los cotidianos cortes, que señalaba aquella férrea censura que controlaba entonces aquel "nacionalcatolicismo".

 

Ya adolescentes fuimos testigos de la aparición del vaquero, bikini o minifalda y los primeros en ponernos aquellos pantalones campana. El fumar molaba y nos hacía, en apariencia, mayores; así en las fiestas de San Roque o Carnaval comprábamos, entre dos o tres, una cajetilla. El problema era quien la guardaba oculta y lejos de la visión de nuestros padres. De repente, entrábamos en quintas y a la mili nos llevaron para hacernos hombres, según decían.


En nuestro entorno, aunque éramos felices, iba trascurriendo la historia marcada por la posguerra, que aún se respiraba, Radio Andorra y el diario hablado (parte) de las dos y media, la copla y los ritmos de fuera, la señorita Francis, radionovelas, así como los discos dedicados; acontecimientos como la bomba de Palomares y la llegada del hombre a la Luna, Vietnam y Guinea española, el Che, el Lute y Castro; Guerra fría y la de los 6 días, Muro de Berlín, caso Matesa, Gibraltar español, OTAN sí y no,  Primavera de Praga, Mayo del 68; primeras elecciones y transición a los toques de "Libertad sin Ira".

            

Son muchos historiadores, de distinta índole e ideas, que han analizado el origen de la guerra civil, que tanto ha marcado y sigue marcando a los españoles. Siempre he opinado que no tenía que haber existido, creo que tanto la izquierda como la derecha, de entonces, no hicieron nada para evitar dicha confrontación entre hermanos. Algunos extremismos de izquierda fueron intolerantes y poco respetuosos con las ideas religiosas. Creo que la vida espiritual y religiosa de las personas, sea cualquiera la religión que practiquen, debe de ser respetada y tolerada por todos los demás; así mismo, respetar igualmente a los no creyentes, ni persecución a los creyentes, ni tampoco inquisición a los no creyentes. Una derecha que no supo perder unas elecciones y nos llevó a ese levantamiento fratricida. La solución, bajo mi punto de vista, hubiera sido menos odio, más diálogo y una buena comprensión.

 

Lamentablemente, en los tiempos de la pandemia que recientemente hemos vivido, y lo que nos toque por vivir, hemos observado la falta de criterios de unidad ante ese enemigo común (Covid-19) tanto de la izquierda como de la derecha. Deberíamos olvidar ese odio que aun existe entre españoles como secuela de aquella confrontación de hace ya 84 años y que, tristemente, muchos medios de comunicación se encargan de revivir generando odio. Es tiempo ya de arrinconar aquel triste pasado y de pensar en un símbolo monocolor para todos y no en aquel azul y rojo que nos dividía. Nos esperan tiempos difíciles de recuperación económica y antes lo superaremos trabajando todos al unísono.

  

 

Por último, TOLERANCIA y RESPETO. Seguir siendo tan amigos de aquellos que piensan distinto a mí. Que las diferencias políticas no sean motivo de enemistades. Estamos condenados a vivir juntos y entendernos.