Hoy nos hacemos eco de esta mala noticia que desgraciadamente ocurre en este siglo XXI, publicada en la revista 65YMAS, que transcribimos.
Silencio y miedo. Dos palabras con
las que podríamos definir el día a
día las personas de mayor edad que sufren malos tratos y
abusos por parte de cuidadores o de sus seres más queridos.
Es innegable, el maltrato y el abuso a personas mayores es una de las
expresiones de acoso oculto y silenciado más frecuente en nuestra sociedad. No
es un tema que figure entre las cuestiones preocupantes de la vida pública del
país, no es un tema del que se
hable mucho.
A pesar de que los medios de comunicación nos hacen pensar que son casos
aislados que saltan a las páginas de nuestros periódicos cuando una persona
mayor en situación de dependencia, muere en casa sola o se denuncia
públicamente un caso de maltrato en una residencia, la impotente y triste
realidad es que es un problema constante, latente y silencioso.
Ahora oímos hablar mucho de la soledad que sufren muchas personas llegadas
a una cierta edad, pues bien, ese
aislamiento, esa soledad no deseada también es una forma de maltrato. Y
nos concierne a toda la sociedad.
Y digo que la soledad, el abandono es uno de los tipos de maltrato
que se producen porque este tiene muchas manifestaciones, desde las agresiones
físicas, que suelen ser las más fáciles de detectar, las emocionales, los
chantajes, las coacciones, el enseñamiento terapéutico o la explotación financiera y las expresiones
de desprecio, forman parte de la vida de muchas personas mayores.
Y todas ellas sufridas a diario en la más profunda intimidad, a manos de sus
seres queridos más cercanos, sin atreverse a denunciar y sin que nadie diga ni
haga nada. Las víctimas son silenciadas, el miedo a la soledad y la vergüenza a
denunciar a ese familiar querido o la dependencia económica, funciona como una
asfixiante mordaza de silencio.
Es curioso, porque la falta de
información, formación o recursos sobre este tipo de situaciones hace
que menudo las propias familias o las personas más cercanas en el día a día de
los cuidados, no sean conscientes de las vejaciones a las que someten a sus
familiares más veteranos.
No es una cuestión marginal. Esa discriminación por motivos de edad se ha
convertido en una de las tres grandes formas de discriminación en nuestra
sociedad, por detrás del racismo y del sexismo.
Una sociedad avanzada no puede permitirse mirar hacia otro lado. Debemos hacer frente a las actitudes,
prácticas discriminatorias y abusivas hacia las personas mayores y/o
en situación de dependencia que vulneran sus derechos y que inevitablemente
aumentan su riesgo de exclusión social.
Las voces de la experiencia no nos merecemos que nos traten con desprecio o
con condescendencia, somos ciudadanas de pleno derecho y por nuestra vida
recorrida a lo largo de estos años, nuestras aportaciones enriquecen a todos
los niveles de la sociedad, desde nuestras propias familias, a nuestros barrios
o incluso en la política.
Y si a alguna persona no le queda claro, nuestros derechos no disminuyen
con la edad. Si con 50 años somos ciudadanos de pleno derecho, envejecer,
cumplir años o no poder disfrutar el 100% de nuestra autonomía física, no es motivo para perder nuestra dignidad,
valor y derechos.
Asimismo, debemos recordar a nuestros representantes políticos, jóvenes y
adultos que no contribuyan a perpetuar estos estereotipos falsos, seniles y
anticuados hacia las voces más veteranas, que tienen el mismo derecho a formar
parte de nuestros ayuntamientos y gobiernos.
Las arrugas deben y tienen cabida en la política
española. Y es esencial que entiendan como agentes de opinión pública, como altavoces
de la ciudadanía que son, que las expresiones de desprecio a la edad
menoscaban la dignidad de cualquier persona. De cualquiera.
Quien niegue la existencia y la valía de nuestra aportación a la sociedad,
está negando los derechos y la dignidad de casi el 20% de la población
española.
Necesitamos empoderar con más
contundencia a las personas mayores frente a los malos tratos. Empoderarlas
para que ante posibles abusos o discriminaciones, sean capaces de detectar y
denunciar por sí mismas. Pero además que su entorno también sea capaz de
detectar, ayudar, denunciar y visibilizar estos casos cuando ocurran.
Las asociaciones de mayores debemos reclamar que nuestros derechos e
intereses estén presentes en la agenda pública no solo en los periodos
electorales, como en el que nos encontramos ahora, si no como un compromiso
real en el día a día de las agendas de nuestros ayuntamientos, comunidades
autónomas e instituciones del gobierno.
Pero además, si hay algo por donde urge empezar a exigir y reclamar a las
autoridades y a la sociedad, es por la atención a las personas mayores con
algún grado de dependencia o discapacidad. La inadecuada atención que reciben acaba minando su propia dignidad.
Exigimos un compromiso real también con todas esas personas mayores en
situación de dependencia que mueren sin que nadie les reconozca dicha condición
y por supuesto, sin recibir la ayuda que precisan. Considero que esa
invisibilidad es la más indignante de las expresiones de la dependencia, la que
destroza los ánimos para tirar para adelante.
En la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España, estamos
comprometidos con la calidad de vida de las personas, y obviamente con la de
las personas mayores. Por eso, llevamos más de 10 años visibilizando a través de un programa de
sensibilización, los malos tratos y abusos a los que nuestro
colectivo se enfrenta.
De esa manera, el próximo martes 28 de mayo, organizamos en Galicia
la “XLII Jornada
sobre Prevención de los Malos Tratos y Abusos a Personas Mayores”,
la primera de las jornadas que realizamos en este año 2019, subvencionada por
el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a través convocatoria de
subvenciones del 0,7 del IRPF y a la que invito a participar a todas las personas
que de alguna forma su trabajo, su día a día es cercano a las personas mayores
y también animar a todas las personas mayores que quieran empoderarse.
Para acabar con un problema, primero debemos
reconocer que existe este problema y entender que nos afecta a todos y a
todas. Hablemos de soledad, del abandono y de los malos tratos y abusos.
Hablemos, investiguemos sobre ello, demos cabida a los testimonios,
denunciemos, porque lo que no se cuenta, lo que no se habla, no existe.