En propiedad o en alquiler, un hogar es sinónimo de refugio y
confortabilidad. Sin embargo, puede ser una trampa si no reúne las
características necesarias para atender la fragilidad que se va sufriendo a
medida que se cumplen años. En las últimas décadas se estudian y se ponen en
práctica nuevas fórmulas asistenciales para que los mayores disfruten de
independencia y asistencia más allá de la residencia.
Viviendas confortables |
Hasta hace unas décadas, la residencia parecía ser el
lugar ideal para los mayores, pero la heterogeneidad del colectivo ha dado al
traste con este modelo, que se ha quedado para los dependientes.
Lamentablemente, no siempre las viviendas cumplen con los requisitos para que
los mayores vivan; la falta de ascensor o un baño sin acondicionar son dos de
los principales problemas.
Arquitectura y mayores:
Como en otros sectores, la arquitectura también busca
respuestas a las necesidades de la Tercera Edad. La responsable del Programa de
Mayores de la Fundación Arquitectura y Sociedad, Paz Martín Rodríguez
–arquitecta técnica–, asegura que uno de los grandes retos de los arquitectos
es “la rehabilitación y remodelación de viviendas existentes para adaptarlas a
las necesidades de los mayores, todo ello dentro de entornos integradores”.
En su opinión, los nuevos pisos están mejorando en
accesibilidad, pero no llegan a configurarse acorde con las necesidades del
colectivo. “No existe una normativa estatal que recoja los cambios tipológicos
necesarios para hacer viviendas para todos para toda la vida, ni tampoco para
los mayores”, dice. “Cuestiones como la forma jurídica para la implantación del
modelo, el acceso al suelo, los distintos derechos que se originan sobre las
viviendas o los derechos y obligaciones de los residentes, ponen de manifiesto
que todavía no estamos preparados para su desarrollo en España”, añade la
experta, que señala que las soluciones que se dan hoy resuelven problemas
concretos y parciales sin promover un debate general.
Pisos en alquiler:
Diversas fórmulas intermedias entre la vivienda
independiente y la residencia se han puesto en marcha en los últimos tiempos.
Un ejemplo son los pisos para mayores de 60 años construidos por el Consorcio
Sociosanitario de Igualada (Barcelona), que gestiona también tres centros de
día, una residencia y un servicio de atención domiciliaria. Su gerente Jordi
Ferrer explica que la primera promoción se creó en 2008 al ver que se
necesitaban las plazas de la residencia y en ella había personas que estaban
bien de salud, con vida social y que no eran dependientes totales, aunque sí
necesitaban ayudas puntuales.
La primera promoción, levantada sobre terreno municipal,
constó de 66 apartamentos de 50 metros cuadrados cada uno con habitación doble,
cocina, baño, salón comedor y terraza, muebles y electrodomésticos incluidos,
diseñados con una estética moderna y funcional pero, sobre todo, adaptados a
los mayores. Y la segunda se levantó en 2012 con 71 pisos –de 45 y 52 metros
cuadrados– de las mismas características. Ambos edificios están en el municipio
porque se busca la integración del colectivo.
Los edificios cuentan con un restaurante y un gimnasio
en los bajos, abiertos al público, donde los mayores tienen descuento, además
de una biblioteca y un hall para actividades propias. Y disponen de un portero
las 24 horas del día, los siete días de la semana, que activa un protocolo de
emergencia en caso de que los inquilinos tengan algún problema de salud o
incidencia, ya que en las habitaciones y espacios comunes hay dispositivos de
alarma que conectan con el móvil del trabajador, que incluso pasa lista si no
ha visto a alguien. Los mayores vienen derivados de los servicios sociales
municipales y no pueden ser propietarios de una casa o, en caso de tenerla, que
su valor catastral no sea muy alto dado que los pisos están pensados para gente
de pocos recursos. En estos casos, deben ceder su casa al alquiler social municipal.
Pagan entre 600 y 700 euros en función de los metros cuadrados del apartamento,
así como los gastos de agua, luz y gas –entre 230 y 300 euros–. El perfil de
los usuarios ronda entre los 70 y 75 años y viven tanto en pareja como solos.
El gerente del consorcio indica que este tipo de
viviendas “son menos costosas que una residencia” para las administraciones
dado que no necesitan personal, salvo el servicio de portería. “La última
promoción costó siete millones de euros, ya que el terreno al ser municipal fue
gratuito, más unos 100.000 euros que costó equipar y amueblar los
apartamentos”, puntualiza Ferrer, que añade que el modelo es exportable como un
servicio más que se presta a los mayores, mientras las residencias deben verse
solo para los dependientes.
Problemas de alquiler:
Aunque en España la mayoría de los mayores tienen
pisos en propiedad, hay un porcentaje importante que vive en alquiler. Para
paliar la situación de estos mayores, surgió hace diez años en Valencia la ONG
Hogares Compartidos de la mano de Pilar Pardo, licenciada en Administración de
Empresas, y Amparo Azcutia, trabajadora social. El proyecto consiste en
conseguir viviendas apropiadas y de bajo coste de alquiler para que mayores con
bajos recursos, principalmente personas con pensiones no contributivas, vivan
dignamente en un piso compartido con otras de su edad. Gracias al apoyo de
CaixaBank tienen operativos ocho pisos en los que viven 32 mayores, la mayoría
varones de 60 años.
Amparo Azcutia señala que el proyecto surgió tras
detectar la dificultad que tenían los mayores con bajas pensiones para acceder
a un alquiler digno tras ser desahuciados de su casa, de haber perdido la suya
por los avatares de la vida u otras circunstancias como la de no acceder a un
alquiler social municipal porque se prioriza a las familias. “Solo se les
alquilaban viviendas en mal estado, pisos donde se ejercía la prostitución,
vivían inmigrantes o habitaciones en las que no tenían ninguna afinidad con las
personas con las que convivían, lo que les obligaba a estar encerrados en sus
habitaciones”, cuenta.
Hogares Compartidos busca viviendas a un “coste
solidario”, en el que el propietario no busca beneficio. Los pisos son
gobernados por los mayores –cada uno tiene su habitación– y se hacen cargo con
sus pensiones del alquiler y gastos comunes. “En los hogares nadie se quiere
ir, todos colaboran, y si hay alguien que necesite ayuda, los demás se la
prestan porque se sienten parte de un hogar”, añade la trabajadora social.
Organización
La ONG organiza el grupo bien por edad, aficiones,
gustos o empatía, agiliza los trámites legales del alquiler, pone en marcha el
piso e incluso asiste a los mayores para buscar ayudas a las que tienen derecho
y “limar con la mediación las asperezas o conflictos que surgen”. También
organizan actividades una vez al mes para que no se conviertan en “pisos
estancos”. “Solo uno de los pisos es de mujeres porque así lo quisieron, dado
que la mayoría de los usuarios son hombres”, aclara Azcutia, que se lamenta de
no poder dar respuesta a todos los que llaman a la puerta.
Azcutia argumenta que el concepto de envejecimiento
está cambiando y que hay que buscar nuevas fórmulas. “La gente no quiere ir a
una residencia si está bien, quiere un espacio cómodo en su entorno, donde
vivir de forma independiente hasta que pueda”, dice convencida, mientras apela
a la solidaridad de los que tengan un piso deshabitado a que colaboren con
ellos.
(Transcripción hecha de un artículo publicado en la Revista MUFACE)