La conversación entre personas es un
aspecto fundamental de la comunicación humana. Se refiere a la habilidad de
mantener y sostener un diálogo preciso y fluido con otros individuos. La
conversación efectiva implica un equilibrio entre escuchar y hablar, y requiere
habilidades de comunicación, empatía y respeto.
Hay personas que hablan mucho pero no
escuchan, en una palabra no saben dialogar. Para que se efectúe un auténtico
diálogo tiene que haber comunicadores y receptores recíprocamente, es decir,
que ambos alternen en ambas acciones, de lo contrario dicho diálogo se
convierte en un monólogo.
En un diálogo o conversación entre
personas tienen que existir unas normas para que sea un auténtico diálogo.
Estas son:
Escucha activa: La escucha activa es un elemento clave
en la conservación. Significa prestar atención completa a lo que la otra
persona está diciendo. La escucha activa requiere evitar interrupciones, así
como cierta habilidad para escuchar con
atención plena el mensaje del interlocutor.
Empatía: Ser capaz de entender y compartir los
sentimientos de la otra persona es esencial en la conservación. La empatía
implica ponerse en el lugar del otro, mostrar comprensión y respetar las emociones
y perspectivas de la otra persona. La empatía fortalece las relaciones entre
personas.
Respeto mutuo: El respeto es fundamental en
cualquier diálogo. Implica reconocer la igualdad de valor y dignidad de cada
persona involucrada en la conversación. Respetar las opiniones y perspectivas
de los demás, incluso si difieren de las propias, es esencial para mantener una
conversación constructiva y respetuosa.
Equilibrio
en la participación: Una conversación saludable implica un equilibrio
en la participación de ambas partes. Es importante permitir que todas las
personas involucradas tengan la oportunidad de hablar y compartir sus puntos de
vista. Evitar monopolizar la conversación y dar espacio a los demás para
expresarse fomenta un diálogo equilibrado y enriquecedor.
Al desarrollar estas habilidades,
podemos mejorar nuestras relaciones interpersonales y construir una
comunicación más saludable y satisfactoria.
En mi pueblo se charlaba en las fraguas,
especialmente en días de lluvia, al son del macho en el yunque y del chasquear
de la reja en el agua. Era tiempo propicio para abuzar las rejas y de darle al
palique sobre anécdotas o noticias que acaecían en la vida diaria. También se
charlaba en las zapaterías, al ritmo de puntadas de lezna y bramante untado con
pez, y en las carpinterías bajo el ruido de sierras, martillos y mazas. Ya no
existen ni esos lugares ni tampoco tales interlocutores, falta gente y sobran
prisas. Sin olvidarnos de aquellas noches de verano que se salía a la puerta a
tomar el fresco junto a los vecinos, Se llevaban a cabo las correspondientes
tertulias que a veces declinaban en mordaces críticas hacia otros vecinos. Un
conocido mío de otro pueblo me decía cierta vez que las críticas en los pueblos
eran el “deporte nacional”, yo le decía que no era para tanto.
Muchas casas tienen un solo morador.
Cuando se echa la noche los cerrojos levantan lindes entre la soledad y la
calle. Largas veladas a solas, pero es imprescindible conversar con los demás
para que la salud mental no se encasille en los límites de los malos
pensamientos, para resolver preocupaciones que se alimentan con el tictac del
reloj en tales estancias. No confundamos, conversar no
es escuchar a tertulianos en la radio o en la televisión. Entre
mayores, es bueno verse cara a cara aunque solo sea para cambiar impresiones
sobre el tiempo, compartir las dolencias recíprocas que se sufren, comentar y
recordar la vida en otros tiempos etc. son comportamientos que enriquecen esa
continuidad de la vida. Tener las mismas sensaciones de alegría o de tristeza,
ante parecidas situaciones ,ayuda y anima. Un amigo que había pasado por una
fuerte depresión me dio un consejo: si alguna vez te pasa, no te encierres
en casa, sal fuera y habla con la gente: ”tener con quien hablar es un
enorme paracaídas para la salud”. Algunas veces, en mi pueblo y a altas
horas de la noche, sorprendían a dos locuaces paisanos charlando en medio de la
calle. Habían cerrado los bares y volvían de regreso a sus casas haciendo
escalas de trecho en trecho. Paraban, echaban un cigarro y seguían con la
conversación.
Coincidí y participé algún año en mi
pueblo en la recolección de la uva, mejor dicho en la vendimia, Allí, aparte de
vendimiar, se dialogaba abundantemente. Alrededor de las cepas era un lugar
propicio para tertulias, era, tal vez, un recurso para que la jornada se
hiciera más corta, Allí se relataban historias que los jóvenes no
conocíamos, como aquella que aun recuerdo sobre el baile en San Román en otra
época. Contaban que en otros tiempos había dos salones de baile, uno para los
de derechas y otro para los de izquierda. Noticia que me impacto enormemente.
¡Qué penoso! Qué forma de lastrar una buena convivencia entre paisanos. Parece
mentira que la política pudiera romper toda relación entre personas nacidas
en el mismo entorno.