martes, 19 de diciembre de 2017

Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor seguridad vial


Tercera edad al volante



Transcribo este artículo de la revista MUFACE, que considero muy interesante para los jubilados:

Más de 1.800 personas fallecieron el pasado año en las carreteras españolas, 9.755 fueron ingresadas en hospitales en estado grave y 130.635 resultaron heridas sin necesidad de acudir a un centro sanitario en los 102.362 accidentes registrados con víctimas. Las cifras de la Dirección General de Tráfico (DGT) no son mera estadística; tras los números hay mucho dolor, sufrimiento e incapacidades de por vida. Rebajar los índices de siniestralidad en la carretera está en la mano de todos los conductores. También en la de los mayores de 65 años.

LOURDES S. VILLACASTÍN
Más de 26.510.000 personas tienen licencia para conducir en nuestro país y los mayores de 65 años suponen ya el 14% de los conductores, un porcentaje en aumento en los próximos años por el incremento del envejecimiento de la población. Según la DGT, el pasado año había 1.485.940 conductores entre 65 y 69 años; 1.058.469 en la franja entre 70 y 74 años y 1.256.159 que superaban los 74 años con licencias que van desde el clásico turismo y ciclomotor a remolques, tractores y otros vehículos de mayor tonelaje. No se puede conocer con exactitud cuántos de ellos circulan habitualmente por carretera, puesto que el carné de conducir permanece de por vida en manos de sus titulares, salvo infracciones graves o muy graves que exijan la retirada de la licencia por vía administrativa o judicial o porque los requisitos psicofísicos que se exigieron para otorgar el carné ya no son los mismos.
Si bien los mayores tienen la ventaja de tener más experiencia al volante, por contra cuentan con el inconveniente de que sus capacidades de respuesta merman con el paso de los años, aunque hay personas que conducen sin problemas. Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor seguridad vial, ya que conducir no es un juego de niños.

Reconocer nuestros límites es la mejor manera de contribuir a una mayor seguridad vial

Cuándo dejar el coche
Muchas familias sienten preocupación cuando sus mayores se ponen al volante y se plantean si no es la hora de abandonar. Pero ¿hay que dejar de conducir por ser mayor? ¿Cuál es el momento para hacerlo? Y ¿quién debe tomar la decisión? Los expertos en la materia aseguran que no hay una edad concreta porque no hay una relación estrecha entre cumplir años y cómo se conduce, ni tampoco la ley lo determina. Sin embargo, todos coinciden en advertir que con la edad se pierden capacidades que repercuten en la conducción y en la toma de decisiones con rapidez. En muchas ocasiones, tiene además que ver con las enfermedades que se padecen y con la medicación.
El catedrático de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia y presidente de la Fundación Española para la Seguridad (Fesvial), Luis Montoro González, explica que la pérdida de capacidades psicofísicas y el desconocimiento sobre los cambios que han experimentado la señalética, las vías y la conducción, en general, originan que los mayores sean más proclives a los accidentes. “Tienen una gran pérdida de capacidades psicomotóricas. Aumenta el tiempo de reacción, tienen menos fuerza en la frenada, peor manejo al volante. También una pérdida de rapidez en las capacidades mentales a la hora de interpretar, analizar y reaccionar ante una situación. Por ejemplo, hay más accidentes en las intersecciones, en las salidas de las vías rápidas y en las incorporaciones”.
Montoro añade otros factores: “Se fatigan más”, una conducción más lenta y peor coordinada, así como peor audición y visión. “No oyen ni distinguen bien los sonidos ni su procedencia exacta, aunque el problema más grave es la visión, ya que el 90% de la información de un conductor es la visual”, puntualiza.
Además, “tienen peor agudeza visual y menor adaptación a los cambios de luz. Problemas que se incrementan por la noche”. Según estudios de la Universidad de Darmstadt (Alemania), a los 65 años la posibilidad de deslumbramiento es cuatro veces superior a la de un conductor de 20; su campo visual se estrecha, por lo que tienen dificultades para medir el movimiento de un objeto si se viaja a más de 80 km/h. “Los problemas de visión hacen que tengan un cálculo más erróneo de las distancias y una percepción más tardía de las señales con posibles confusiones de los colores”, argumenta.
Los familiares suelen ser los primeros en dar la voz de alarma cuando van de pasajeros, ya que las señales de alerta no suelen ser detectadas por el propio conductor, la tendencia es pensar que es “el otro” el que conduce mal y no nosotros mismos. ¿Cuáles son esas señales? Luis Montoro indica que “confundir o equivocarse con frecuencia, tener pequeños golpes con el coche o cansarse aunque el trayecto haya sido muy corto” son indicios que indican que algo no va bien. También que se distraigan; se olviden o les cueste cambiar de velocidad, pisar el embrague o poner el intermitente; que sean incapaces de hablar y conducir al mismo tiempo; que el coche les genere ansiedad; que les toquen con frecuencia el claxon o que no sepan dónde están cuando van conduciendo.
Dejar el volante
Pero ¿quién tiene que decirles que deben dejar el volante? Los expertos insisten en que si no son conscientes de sus errores, deben ser los médicos y los centros de reconocimiento autorizados los que deben de valorar si esa persona es apta o no tras los análisis psicofísicos. Conducir está muy relacionado con la independencia y libertad de las personas y coartar esa posibilidad puede contribuir a incrementar el aislamiento, depresión y dependencia si no hay un profesional detrás que lo indique.
Aun así, dejar el carné no es nada fácil, ya que los test para renovar el permiso son ahora cada cinco años a partir de los 70 años en los permisos de tipo 1 y cada tres en los de tipo 2, según el Real Decreto 818/2009, del 8 de mayo sobre el reglamento de conductores, en vez del periodo de uno o dos años que existía con anterioridad. Un handicap en un colectivo en el que su situación física y psíquica puede variar en poco tiempo. “Esto da lugar a la posibilidad de aparición de enfermedades restrictivas o invalidantes, que son un riesgo y que no van a ser detectadas hasta que el sujeto no pase para hacerse el reconocimiento de renovación de su permiso de conducir”, puntualiza Montoro, que señala que están elaborando una guía práctica para las familias para saber cómo actuar.
Otros factores
David Fernández, técnico de Seguridad Vial de Race, señala que no es solo una cuestión de pérdida o disminución de reflejos o problemas motóricos, sino que la mayoría posee un vehículo de más de diez años, que resta seguridad en carretera, o uno de tecnología punta que no sabe utilizar. “Los vehículos han cambiado mucho, prestan más ayuda al conductor con tecnologías como el ABS (antibloqueo de frenos) y otros sistemas, pero ellos siguen funcionando al volante como cuando se sacaron el carné”, subraya para indicar la necesidad de que se formen cuando adquieran un coche nuevo.
Fernández indica que en los estudios que se realizan a los conductores, los mayores se ven muy capacitados para conducir por lo de que “la experiencia es un grado”, pero que esa percepción no es tan segura como ellos piensan: “Son más torpes y llevan viejos vehículos que reducen sus condiciones de seguridad. El resto de los conductores incluso los señala como un peligro”.
“La percepción de ellos no es la real, pero no podemos decirles que no conduzcan o limitarles por la edad, sino por cuestiones físicas, motóricas o psicológicas. Y subraya que “con los reconocimiento médicos hay que ser cautos”, porque “son demasiado laxos para detectar ciertas patologías”.
“Debería haber una mayor comunicación entre la Dirección General de Tráfico y Atención Primaria porque la situación de los mayores varía en poco tiempo; incluso la medicación que toman puede afectarles”, indica el técnico en seguridad vial, que asegura que de este modo se podrían plantear algunas limitaciones a la conducción del colectivo.
En la misma línea, Luis Montoro puntualiza que los reconocimientos tienen que hacerse “con mayor periodicidad y de manera más específica para los mayores”. Otras medidas incluirían informarles sobre sus enfermedades y su medicación en relación al volante; formarles e informarles sobre los riesgos de la conducción; y reciclarlos en materia de seguridad vial, normativa, señalización y riesgos.
Modificar el entorno vial para que las señales fueran más visibles, legibles, creíbles e inteligibles y mejorar las vías e investigar en profundidad cómo se producen los accidentes para determinar qué medidas tomar para la seguridad, son también otras medidas que, según el docente, podrían contribuir a las disminución de accidentes.

viernes, 8 de diciembre de 2017

La Seguridad Social se queda sin patrimonio tras seis años de déficit



La Seguridad Social en déficit


El balance del instituto previsor arroja unos activos en negativo por 176

La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, hablando en un foro 
La Seguridad Social acabó el año pasado con su patrimonio neto en negativo. Después de seis años consecutivos cerrando los ejercicios con déficit creciente, los números rojos alcanzaban el 31 de diciembre de 2015 los 176 millones, según la cuenta general de la Seguridad Social.
El patrimonio de la Seguridad Social se acercó a los 70.500 millones de euros al acabar 2010. Ya al final de 2015 todos esos activos acumulados en la época de bonanza económica se habían quedado en 20.220 millones. Un año después, en un nuevo ejercicio en que los números rojos del instituto previsor batieron su propio récord del año anterior, todo ese patrimonio ya se había esfumado. Si se tratara de una empresa, la Seguridad Social estaría en quiebra. No es el caso. Le respalda el Estado y, por tanto, no está en riesgo.
Una prueba de esta falta de peligro es lo sucedido hace ya dos décadas. Entre 1996 y 2002, el patrimonio de la Seguridad Social ya estuvo en terreno negativo. Llegó a tocar suelo en 1999, cuando se situó en menos 11.003 millones de euros.

Continúa la caída

El balance patrimonial de la Seguridad Social no es lo mismo que las cuentas anuales que se presentan todos los años, y que en 2016 arrojaron un déficit de unos 18.600 millones. Aunque evidentemente entre ambas formas de contabilizar la situación del instituto previsor hay una estrecha conexión. El hundimiento del empleo, la devaluación salarial y el incremento constante del gasto en pensiones explican esta situación, que con total certeza se gravará al final de este año.
La mengua del patrimonio de la Seguridad Social ha corrido en paralelo a la reducción del Fondo de Reserva. En la hucha de las pensiones a finales de 2016 todavía se acumulaban unos 15.020 millones, una cantidad muy inferior a los casi 70.000 que llegó a tener antes de que comenzara a consumirse a finales de 2012. El remanente también será menos al acabar el año, ya que el Ministerio de Empleo habrá utilizado parte de ese dinero para pagar parte de las extraordinarias de verano y Navidad.


sábado, 14 de octubre de 2017

La buena alimentación para adultos mayores


Rica en nutrientes

  
Se habla mucho, en la actualidad, de una buena alimentación para mayores. Hemos de aclarar que no siempre el mayor puede acogerse a una buena dieta por distintas razones: soledad, recursos económicos, enfermedades etc. Ahí van algunas pautas o consejos a tener en cuenta en esa edad:

Una buena alimentación  es fundamental en cada una de las etapas de nuestra vida desde la infancia hasta la vejez. Los aspectos básicos de una dieta son los mismos a lo largo de nuestra vida, pero las necesidades nutricionales individuales cambian a medida que vamos envejeciendo. Además, la correcta absorción de los alimentos puede verse afectada por alguna enfermedad.

Los adultos mayores necesitan los mismos nutrientes (proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas, minerales) que los jóvenes, pero en cantidades diferentes. Algunos pueden ser más necesarios que otros. Además, para los adultos mayores la fibra es esencial para mejorar la digestión y evitar el estreñimiento.

Conforme envejecemos, requerimos menos energía (calorías) que cuando éramos jóvenes. Esto se debe a que los procesos naturales del organismo requieren menor energía cuando disminuye la actividad física y hay una menor masa muscular.

Aunque los requerimientos calóricos varían de acuerdo a la edad y al nivel de actividad, un adulto mayor requiere alrededor de 1600 calorías diariamente. Éstas deben elegirse cuidadosamente procurando que aporten los nutrientes necesarios. La recomendación es dividir las 1600 calorías en porciones de cada uno de los grupos incluidos en la pirámide nutricional:

Pan y cereales: seis porciones
Vegetales: tres porciones
Frutas: dos porciones
Leche y sus derivados: dos porciones
Proteína: dos porciones
Grasas: Usar con moderación

En tanto, los adultos mayores necesitan incluir dos porciones o 90 gramos de proteína diariamente en su dieta. Algunas opciones son carne, pollo, pescado y si éstos resultan difíciles de masticar puede suplirlos por huevos o frijoles.

Además, en la medida que vamos envejeciendo, aumentan nuestros requerimientos de calcio. Para mantener la masa ósea y reducir el riesgo de osteoporosis las recomendaciones de calcio deben incrementarse en un 20%.

Tanto los hombres como las mujeres mayores de 50 años deben consumir al   menos mil 200 mg. de calcio al día. La leche y sus derivados (queso, crema, yogurt) son las mejores fuentes de calcio, al igual que los vegetales de hoja verde y las sardinas.

Nunca es demasiado tarde para consumir más calcio, aunque también es necesario consumir suficiente vitamina D para poder absorberlo y realizar al menos 30 minutos de ejercicio diariamente.

La deficiencia de hierro es un problema común a medida que envejecemos y esto por lo general provoca anemia, cuyos síntomas son debilidad, fatiga y deterioro de la salud. La vitamina C, contenida en frutos cítricos, ayuda a nuestro organismo a absorber el hierro de los alimentos que lo contienen. Además es un excelente antioxidante lo que contribuye a retrasar el proceso de deterioro del organismo.

Los expertos recomiendan el consumo diario de entre 20 y 35 gramos de fibra (para un adulto) para mejorar el movimiento del tubo digestivo, moderar los cambios de azúcar y de colesterol en la sangre que se producen después de las comidas e incrementar la eliminación de las sustancias cancerígenas producidas por las bacterias en el intestino grueso. Se encuentra principalmente en los granos enteros, algunas frutas y verduras.

La vitamina A contenida en vegetales de hoja verde y los de color amarillo y naranja, ayuda a los ojos a adaptarse a una luz tenue, protege nuestra piel, así como otros tejidos.

El ácido fólico participa en la formación de glóbulos rojos y su carencia puede provocar anemia. Lo contienen los vegetales de hoja verde, algunas frutas, los frijoles y los productos de grano enriquecidos.

La vitamina B12 participa con los folatos en la elaboración de glóbulos rojosla ausencia de ésta provoca anemia y en algunos casos se le relaciona con problemas neurológicos. La carne, el pescado, el pollo los huevos y los productos lácteos son una buena fuente.

El zinc ayuda al organismo a combatir infecciones y a reparar los tejidos enfermos. Sus principales fuentes son: carne, mariscos, productos de grano y la leche.

Los adultos mayores necesitan tomar abundantes líquidos: de 8 a 12 tazas por día. Algunos alimentos proveen líquidos, pero aun así es necesario tomar todo tipo de bebidas, jugos, leche, sopa, té o café, que pueden incluir además otras sustancias nutritivas, sin olvidar la mejor opción que es el agua pura.


Cada persona es diferente, por lo que es recomendable consultar con el médico cuáles son sus requerimientos alimentación para su caso en particular tomando en cuenta su edad, estado de salud y la actividad que realiza diariamente.

jueves, 3 de agosto de 2017

El gasto en pensiones crece en julio un 3%, hasta alcanzar un nuevo récord

Informe sobre la Seguridad Social

Hoy nos hacemos eco del siguiente informe que refleja el mal estado de la Seguridad Social. 
El número de pensionistas alcanza un nuevo máximo histórico al superar los 9,52 millones
La Seguridad Social destinó en el presente mes de julio la cifra récord de 8.770,7 millones de euros al pago de las pensiones contributivas, un 3% más que en el mismo mes de 2016, según datos publicados este martes por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
El gasto global del conjunto de pensiones llegó a superar el 8% interanual en la antesala de la crisis (2008). Tras 14 meses subiendo a tasas interanuales inferiores al 3%, ya son 15 los meses consecutivos en los que el gasto crece a tasas del 3% o superiores. La tasa de julio es ligeramente
La mayor parte de los más de 8.770 millones de euros destinados a pagar la nómina de las pensiones fue a parar a las pensiones de jubilación, con 6.202,4 millones de euros (+3,6%), seguidas de las pensiones de viudedad, a las que se dedicaron 1.527,6 millones de euros (+1,4%).
Por su parte, a las pensiones de incapacidad permanente se destinaron 888,8 millones de euros (+1,6%), las de orfandad supusieron 129,9 millones de euros (+1,29%) y las pensiones en favor de familiares totalizaron 21,9 millones de euros (+4,6%).
El número de pensiones avanzó en julio un 1,1% respecto al mismo mes de 2016, hasta 9.521.991 pensiones, nuevo máximo histórico.
Aunque la tasa de crecimiento interanual de julio no es de las más altas dentro en la serie histórica de la última década, con ella ya se acumulan 18 meses consecutivos de crecimientos superiores al 1%. En términos mensuales, el número de pensiones se incrementó un 0,16% en julio.
Del total de pensiones, más de la mitad, 5.828.180, fueron pensiones de jubilación, con un repunte del 1,6% respecto a julio de 2016, mientras que 2.361.519 eran pensiones de viudedad (+0,07%), 949.107 de incapacidad permanente (+0,9%), 342.330 de orfandad (+0,00%), y 40.855 a favor de familiares (+2,5%).
La pensión media sube casi un 2%
La pensión media de jubilación se situó al inicio del presente mes en 1.064,2 euros mensuales, casi un 2% más que en igual mes de 2016.
Por su parte, la pensión media del sistema, que comprende las distintas clases de pensión (jubilación, incapacidad permanente, viudedad, orfandad y a favor de familiares) se situó en julio en 921,1 euros mensuales, lo que supone un aumento interanual de casi el 1,9%.
En concreto, la pensión media de viudedad se situó en el séptimo mes del año en 646,88 euros mensuales, un 1,3% más que en igual mes del año pasado, mientras que la de incapacidad permanente alcanzó una cuantía media de 936,47 euros mensuales, con un incremento interanual del 0,6%.
Asimismo, la pensión media de orfandad ascendió a 379,53 euros mensuales, casi un 1,3% más que en julio de 2016, mientras que la de a favor de familiares se situó en 536,26 euros al mes, con un repunte del 2%.
La pensión de las mujeres, inferior a la de los hombres
La edad media del pensionista contributivo es de 72 años (73 en las mujeres y 70 en los varones). La mayor parte de las pensiones contributivas que paga la Seguridad Social se concentran en los tramos de mayor edad, dado que el grueso de las pensiones son de jubilación.
Así, se contabilizan más de 1,7 millones de pensiones contributivas en el tramo de 65 a 69 años; más de 1,6 millones en el de 70 a 74 años; más de 1,5 millones en el de 85 y más años; más de 1,3 millones en el de 80 a 84 años, y más de 1,27 millones en el de 75 a 79 años.
Por sexos, el 51,4% de las pensiones contributivas del sistema (4.896.012) las reciben mujeres, frente a 4.625.816 pensiones percibidas por varones.
La pensión media de jubilación percibida por mujeres alcanzó en julio la cuantía de 781,77 euros, en contraste con los 1.233,62 euros mensuales que reciben de media los varones. La brecha entre ambos sexos, en valores absolutos, es de casi 452 euros.
De las más de 9,5 millones pensiones contributivas existentes en julio, una de cada cuatro (el 25,6%, algo más de 2,4 millones de pensiones) reciben complemento a mínimos. De ellas, el 44,2% son pensiones de jubilación; el 30,6% de viudedad; el 12,3% de jubilación procedente de incapacidad; el 6,5% de orfandad; el 5,3% de incapacidad permanente, y el 0,9% a favor de familiares. A ello hay que añadir 1.452 pensiones del SOVI que reciben mínimos y que representan únicamente el 0,4% del total de pensiones contributivas.


sábado, 13 de mayo de 2017

Poema de José Saramago


¡Qué cuántos años tengo!


 Hoy transcribimos en nuestro blog éste poema del premio Nobel de literatura del año 1898: José Saramago. El  humanismo de Saramago, enfrentado a cualquier planteamiento dogmático,  que resuena siempre detrás del escepticismo que caracteriza en gran medida su punto de vista. Cuenta en sus obras la vida cotidiana y reflexiona sobre el ser humano, el espacio y el tiempo.
José Saramago



Poema:


                                          ¿Qué cuántos años tengo?
– ¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo,
sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo,
otros “que estoy en el apogeo”.
Pero no es la edad que tengo,
 ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente
y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios
para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero,
para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen por qué decir:
¡Estás muy joven, no lo lograrás!…
¡Estás muy viejo/a, ya no podrás!…
Tengo la edad en que las cosas
se miran con más calma,  
pero con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego
de una pasión deseada.
y otras… es un remanso de paz,
como el atardecer en la playa..

¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé
al ver mis ilusiones truncadas..
. ¡Valen mucho más que eso!

¡Qué importa si cumplo cincuenta,
sesenta o más! Pues lo que importa:
¡es la edad que siento! Tengo los años
que necesito para vivir libre y sin miedos

jueves, 4 de mayo de 2017

Cada vez más mayores españoles que viven solos


La soledad de los mayores


Los mayores de 65 años representan el 41,7% de los hogares españoles en los que vive una sola persona, una cifra que aumenta cada año y que en 2016 ha vuelto a hacerlo en un 4% llegando ya a 1.933.300.
Las mujeres también en esto llevan la delantera y se ven afectadas por este fenómeno. Según la Encuesta Continua de Hogares que ha publicado el INE, hasta un 70,7% (1.367.400) no convive con nadie y el 47,5% son viudas, a diferencia de los hombres de más de 65 años (565.800), que en su mayoría son solteros (58,2%).
A pesar de todo, en nuestro país, lo más habitual sigue siendo vivir en pareja y los que tienen hijos son los más numerosos (6.228.800) frente a los que no tienen descendencia (3.861.900).
Uno de los grandes problemas de la tercera edad es precisamente la soledad, ya que en la mayoría de los casos de mayores de 65 años no han elegido esta situación sino que se debe fundamentalmente a que su pareja ha fallecido, sus hijos no tienen tiempo para visitarles o porque se encuentran enfermos y eso les hace aislarse.
La soledad no deseada en uno de los mayores riesgos para el deterioro de la salud, y un factor determinante que favorece las situaciones de dependencia, por lo que es importante que pongamos de nuestra parte y que los partidos políticos, que tanto pelean por otras cosas, dirijan su mirada a los mayores.


martes, 14 de marzo de 2017

EL TIEMPO NO SE DETIENE





Es preciso eliminar el DESPUÉS

La vida es una tarea que nos trajimos para hacer en casa.
Cuando uno mira… ya son las seis de la tarde; cuando uno mira… ya es viernes; cuando uno mira… ya se terminó el mes; cuando uno mira… ya se terminó el año; cuando uno mira… ¡ya se pasaron 50 o 60 años!
Cuando uno mira… ya no sabemos más por donde andan nuestros amigos.
Cuando uno mira… perdimos al amor de nuestra vida y ahora, es tarde ya para volver atrás.
Si me fuera dado un día más, una oportunidad, ya no miraría más el reloj. Seguiría siempre de frente e iría jugando por el camino, viendo pasar lo inútil de las horas. Sostendría a todos mis amigos y compañeros que ya no sé por dónde andan, ni cómo están, y les diría: “Ustedes son extremadamente importantes para mí.” Abrazaría fuertemente al amor mío y le diría: “Te Amo…!”
Hoy, por aquello de que ya algunos se nos adelantaron, te digo: no dejes de hacer algo que te gusta por falta de tiempo. No dejes de tener alguien a tu lado, porque tus hijos pronto no serán tuyos, y tendrás que hacer algo con ése tiempo que resta. Lo único que vamos a extrañar será el espacio que sólo se puede disfrutar con los amigos de siempre. Ese tiempo que, lamentablemente, no vuelve jamás.
Es preciso eliminar el “DESPUÉS”. ¿Por qué dejamos todo para después?:
Después te llamo.
Después lo hago.
Después lo digo.
Después, yo cambio.
Dejamos todo para después,
como si el *después* fuese lo mejor.
No entendemos que:
Después, el café se enfría.
Después, la prioridad cambia.
Después, el encanto se pierde.
Después, temprano se convierte en tarde.
Después, la añoranza pasa.
Después, las cosas cambian.
Después, los hijos crecen.
Después, la gente envejece.
Después, el día es noche.
Después, la vida se acaba.
No dejes nada para después, porque en la espera del “después”, puedes perder los mejores momentos, las mejores experiencias, los mejores amigos, los mayores amores y todas las bendiciones que Dios tiene para ti.
Después puede ser tarde.
El día es hoy.

YA NO ESTAMOS EN EDAD DE POSPONER NADA.

viernes, 3 de marzo de 2017

Los cerebros de las personas mayores son lentos por acumular excesiva información


El cerebro de las personas mayores



Buenas noticias… Esto me hizo sentir mejor!
¡Los cerebros de las personas mayores son lentos porque saben muchísimo!

La gente no declina su capacidad mental con la edad, sólo les toma más tiempo recordar los hechos porque tienen mucha información en sus cerebros; los científicos creen que al igual que el ordenador, el disco duro se llena, así también lo hacen los seres humanos y toma más tiempo para acceder a dicha información cuando sus cerebros están llenos.

Los investigadores dicen que este proceso de desaceleración no tiene nada que ver con el deterioro cognitivo.

De acuerdo al doctor Michael Ramscarl el cerebro humano funciona más lento en la vejez, por el sólo hecho de tener almacenada gran cantidad de información a través del tiempo.

Los cerebros de las personas mayores no se debilitan, sino por el contrario ¡están repletos de sabiduría!

Frecuentemente las personas mayores suelen ir a otra habitación para conseguir algo y cuando llegan allí, se paran preguntándose: ¿Qué fue lo que vine a buscar?

Esto no es de ninguna manera un problema de memoria, es la forma lógica en que nuestro sistema opera con el brillante objetivo de hacer que las personas mayores hagamos más ejercicio.

Ahora cuando no me llegue a una palabra o un nombre, no voy a excusarme diciendo "Ya mi cabeza no da" Ahora, voy a decir: _"¡Mi disco duro tiene una extraordinaria cantidad de información!"_


Creo que este alentador artículo nos va a gustar a todos!!

miércoles, 8 de febrero de 2017

Esta es la edad madura en la que se vuelve a sentir la felicidad de la Juventud



Psicología



Nos ha llamado la atención este artículo sobre psicología publicado en el “PAIS”, cuya autora es Patricia Peyró Jiménez, y que trato de transcribirlo por considerarlo interesante.
“Si cree que nunca volverá a ser tan dichoso como cuando iba a la universidad, probablemente esté en la cuarentena. Espere un poco”

La felicidad es una de las principales obsesiones modernas y algo que muchos nunca dejan de buscar en una suerte de odisea imposible hacia el bienestar. Lo que con frecuencia pasa inadvertido a los cazadores de la dicha es que lograr mayor o menor éxito en esta empresa tendrá más que ver con el momento vital por el que estemos pasando que con el empeño con el que buscamos fórmulas magistrales.

Para empezar, la felicidad no es un concepto fácil de explicar. “Hay tantas definiciones de felicidad como personas pretenden acercarse a ella”, explica la psicóloga Ana Villarrubia, directora del Centro de Psicología Aprende A Escucharte y autora del libro Borrón y cuenta nueva. “La más generalizada podría ser la de ese estado tan deseable en el que uno tiene la capacidad de liberarse de miedos y barreras innecesarias y avanzar hacia la consecución de objetivos diarios y metas en la vida”. Sin embargo, la vida es tan larga que pasará por diferentes etapas y fluctuaciones, también en términos de dicha.

A la hora de encontrarla, los expertos recomiendan moderación: la consigna es buscarla sin ansiedad para que pueda precipitarse. Y cuando llegue, saber que se permitirá variar en intensidad. Algo así como sucede con el orgasmo o con los fuegos artificiales. Psicólogos e investigadores de esta nueva disciplina determinan la existencia de un ciclo de felicidad bien definido en nuestra vida y que tiene forma de U: es muy alta durante la primera juventud y va decreciendo con los avatares de la vida adulta hasta llegar a tocar fondo cuando se superan los 40 años. La buena noticia es que vuelve a subir en el "septiembre de los años", como diría Sinatra (1965), y, a partir de los 50, la mayoría volvemos a ser felices, dentro de una tendencia anímica positiva que irá in crescendo hasta la senectud.

Este esquema se definió en un ambicioso estudio realizado por Andrew Oswald, profesor de Economía y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Warwick en el Reino Unido, en el que se evaluaron a más de 500.000 personas repartidas entre América y el viejo continente. A medida que envejecemos somos más felices. ¿Por qué? La experta Ana Villarrubia relaciona los niveles de felicidad con los diferentes grados de experiencia y madurez por los que vamos pasando, a su vez condicionados por las emociones propias de la edad. “En etapas más inmaduras, la felicidad se confunde con la satisfacción inmediata, ya que nuestra corta trayectoria de vida y la forma en la que procesamos la información nos impide pensar más allá”, explica refiriéndose a la euforia infinita presente en los jóvenes.

La fase de los cuarenta es una etapa complicada. Son años en los que “pasamos la mayor parte del tiempo centrados en el mañana: trabajando e invirtiendo esfuerzos en asegurar que lo que está por venir será eso que tanto deseamos”, dice la psicóloga. Esa obsesión por labrarnos un futuro prometedor encuentra su máxima expresión en la conocida como crisis de los cuarenta, una realidad tangible y reconocida en el ámbito de la psicología. “El malestar mental tiende a alcanzar su cenit cuando tenemos cuarenta y pico años, la etapa más determinante de nuestra carrera y en la que lidiamos con miles de cosas a la vez, como prosperar económicamente, proveer a los hijos o incluso comenzar a cuidar a unos padres mayores”, explica Daniela Pittman, profesora de psicología del Instituto de Empresa y fundadora de The Happiness Seminar. Pittman no pasa por alto la pérdida del atractivo juvenil e incluso los albores de la menopausia en la mujer. “Todo ello justifica que con la medianía de edad también se alcancen los mayores índices de depresión y ansiedad”. Esto no sucede entre los 20 y los 30 años, “momento en el que sentimos que podemos comernos el mundo y aún estamos a tiempo de explorar e incluso de cambiar de carrera si no nos satisface, hecho harto complicado a los cuarenta y tantos años, cuando, muy habitualmente, uno tiene una familia a la que mantener”.

"A partir de los 50 solo cobran importancia las cosas que realmente lo merecen" (Ana Villarrubia, psicóloga)

Ese baile de emociones nos va curtiendo, y a partir de los 50 empezamos a recoger los frutos. “La experiencia del paso de los años debería permitirnos elegir y decidir con más criterio y libertad”, aclara Ana Villarrubia. En aceptar el cambio estará la clave que nos haga felices con el paso del tiempo y el devenir de las canas y arrugas. “Debemos distinguir entre la aceptación y la resignación”, continúa la psicóloga. “Mientras que en la resignación existe tristeza, abatimiento o melancolía, en la primera hay un cierto grado de satisfacción”.
Estas son las razones que facilitan el proceso hacia la prometida felicidad tardía:

- Aplacamos la ansiedad y la impaciencia. El potro desbocado de las emociones juveniles dará paso a un corcel sereno que sabe relativizar y valorar lo que hemos conseguido. “Por desgracia, no nos enseñan en la escuela a regular nuestras emociones, ni apenas a identificarlas”, explica Villarrubia. “Con la edad no sentiremos haber perdido fuerzas, sino que sabemos aprovecharlas al máximo y con sentido común”, aclara.

- Sabemos distinguir lo verdaderamente importante. Pasada la barrera de los 50 o incluso los 60 años se alcanzan un sosiego y una perspectiva “con la que solo cobran importancia las cosas que realmente lo merecen”. Aprendemos a tomar distancia. En contraposición a la urgencia y la ambición anterior, “hemos aprendido a medir nuestras fuerzas y, con suerte, también a aceptar nuestras limitaciones y convivir con ellas”.

- Relativizamos los problemas. Una vez hemos aprendido a identificar y tolerar mejor nuestros estados emocionales, “nos será más fácil relativizar los problemas y nos asustará menos asumir las responsabilidades necesarias para encargarnos de lo que de verdad nos preocupa”.

- Nos dejamos de tanto balance. Si a los 40 hacíamos inventario del cumplimiento de las expectativas e ilusiones volcadas sobre nuestro futuro y entrábamos en la famosa mid-life crisis, a partir de los 50 somos más benevolentes con nosotros mismos y “nos perdonamos la vida” o el no haber conseguido algunas de las fantasías, quizá poco realistas, que alguna vez tuvimos en tiempos mozos.

- La rutina deja de ser el enemigo. Siendo la rutina sinónimo de seguridad, es algo que empieza a apreciarse tarde. Paradójicamente, tendemos a asociar rutina a algo negativo, pero lo cierto es que “solo nos perjudica cuando nos atrapa y se vuelve extremadamente rígida”. Con la edad nos volvemos prácticos y apreciamos cada vez más “la predictibilidad y el saber lo que viene a continuación”.

Cuando la felicidad es un cliché incómodo

Y si está en esa franja de edad y no se siente particularmente dichoso, no significa necesariamente que con usted no se aplique esta teoría: “Rara vez somos conscientes de estar experimentando momentos de felicidad, y en cambio lamentamos el momento en que nos falta”, dice Pittman. Es decir, quizá se encuentre en un buen momento y no se dé cuenta. Este fenómeno, conocido en psicología como aversión a la pérdida (loss aversion) se explica muy bien con la teoría formulada por primera vez por los psicólogos Kahneman y Tversky en 1979, que también se aplica a lo económico. Su denominada teoría prospectiva explica cómo los mecanismos que rigen nuestras decisiones están más basados precisamente en la ansiedad de perder que en la alegría de ganar, y señalan que la mayoría de nosotros preferimos evitar la pérdida que adquirir la ganancia equivalente. Es decir, siempre elegiremos no perder mil euros antes que ganarlos. “El dolor de perder algo es entre tres y cuatro veces mayor que la felicidad de tenerlo”, concreta Pittman. Por ello nos hacen tanto mal la obsesión por el futuro y esas quejas constantes de lo que perdemos en el camino que manifestamos en los momentos vitales más bajos de felicidad y que, sin embargo, dejarán de preocuparnos tanto superada la barrera de los 50 años.