miércoles, 29 de mayo de 2019

Soledad, acoso y malos tratos hacia las personas mayores


Silencio y miedo



Hoy nos hacemos eco de esta mala noticia que desgraciadamente ocurre en este siglo XXI, publicada en la revista 65YMAS, que transcribimos.

 Silencio y miedo. Dos palabras con las que podríamos definir el día a día las personas de mayor edad que sufren malos tratos y abusos por parte de cuidadores o de sus seres más queridos.

Es innegable, el maltrato y el abuso a personas mayores es una de las expresiones de acoso oculto y silenciado más frecuente en nuestra sociedad. No es un tema que figure entre las cuestiones preocupantes de la vida pública del país, no es un tema del que se hable mucho.

A pesar de que los medios de comunicación nos hacen pensar que son casos aislados que saltan a las páginas de nuestros periódicos cuando una persona mayor en situación de dependencia, muere en casa sola o se denuncia públicamente un caso de maltrato en una residencia, la impotente y triste realidad es que es un problema constante, latente y silencioso.

Ahora oímos hablar mucho de la soledad que sufren muchas personas llegadas a una cierta edad, pues bien, ese aislamiento, esa soledad no deseada también es una forma de maltrato. Y nos concierne a toda la sociedad. 

Y digo que la soledad, el abandono  es uno de los tipos de maltrato que se producen porque este tiene muchas manifestaciones, desde las agresiones físicas, que suelen ser las más fáciles de detectar, las emocionales, los chantajes, las coacciones, el enseñamiento terapéutico o la explotación financiera y las expresiones de desprecio, forman parte de la vida de muchas personas mayores.

Y todas ellas sufridas a diario en la más profunda intimidad, a manos de sus seres queridos más cercanos, sin atreverse a denunciar y sin que nadie diga ni haga nada. Las víctimas son silenciadas, el miedo a la soledad y la vergüenza a denunciar a ese familiar querido o la dependencia económica, funciona como una asfixiante mordaza de silencio.

Es curioso, porque la falta de información, formación o recursos sobre este tipo de situaciones hace que menudo las propias familias o las personas más cercanas en el día a día de los cuidados, no sean conscientes de las vejaciones a las que someten a sus familiares más veteranos.

No es una cuestión marginal. Esa discriminación por motivos de edad se ha convertido en una de las tres grandes formas de discriminación en nuestra sociedad, por detrás del racismo y del sexismo.

Una sociedad avanzada no puede permitirse mirar hacia otro lado. Debemos hacer frente a las actitudes, prácticas discriminatorias y abusivas hacia las personas mayores y/o en situación de dependencia que vulneran sus derechos y que inevitablemente aumentan su riesgo de exclusión social.

Las voces de la experiencia no nos merecemos que nos traten con desprecio o con condescendencia, somos ciudadanas de pleno derecho y por nuestra vida recorrida a lo largo de estos años, nuestras aportaciones enriquecen a todos los niveles de la sociedad, desde nuestras propias familias, a nuestros barrios o incluso  en la política.

Y si a alguna persona no le queda claro, nuestros derechos no disminuyen con la edad. Si con 50 años somos ciudadanos de pleno derecho, envejecer, cumplir años o no poder disfrutar el 100% de nuestra autonomía física, no es motivo para perder nuestra dignidad, valor y derechos.

Asimismo, debemos recordar a nuestros representantes políticos, jóvenes y adultos que no contribuyan a perpetuar estos estereotipos falsos, seniles y anticuados hacia las voces más veteranas, que tienen el mismo derecho a formar parte de nuestros ayuntamientos y gobiernos.

Las arrugas deben y tienen cabida en la política española. Y es esencial que entiendan como agentes de opinión pública, como altavoces de la ciudadanía que son, que las expresiones de desprecio a la edad menoscaban la dignidad de cualquier persona. De cualquiera.

Quien niegue la existencia y la valía de nuestra aportación a la sociedad, está negando los derechos y la dignidad de casi el 20% de la población española.

Necesitamos empoderar con más contundencia a las personas mayores frente a los malos tratos. Empoderarlas para que ante posibles abusos o discriminaciones, sean capaces de detectar y denunciar por sí mismas. Pero además que su entorno también sea capaz de detectar, ayudar, denunciar y visibilizar estos casos cuando ocurran.

Las asociaciones de mayores debemos reclamar que nuestros derechos e intereses estén presentes en la agenda pública no solo en los periodos electorales, como en el que nos encontramos ahora, si no como un compromiso real en el día a día de las agendas de nuestros ayuntamientos, comunidades autónomas e instituciones del gobierno.

Pero además, si hay algo por donde urge empezar a exigir y reclamar a las autoridades y a la sociedad, es por la atención a las personas mayores con algún grado de dependencia o discapacidad. La inadecuada atención que reciben acaba minando su propia dignidad.

Exigimos un compromiso real también con todas esas personas mayores en situación de dependencia que mueren sin que nadie les reconozca dicha condición y por supuesto, sin recibir la ayuda que precisan. Considero que esa invisibilidad es la más indignante de las expresiones de la dependencia, la que destroza los ánimos para tirar para adelante.

En la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España, estamos comprometidos con la calidad de vida de las personas, y obviamente con la de las personas mayores. Por eso, llevamos más de 10 años visibilizando a través de un programa de sensibilización, los malos tratos y abusos a los que nuestro colectivo se enfrenta.
De esa manera, el próximo martes 28 de mayo, organizamos en Galicia la “XLII Jornada sobre Prevención de los Malos Tratos y Abusos a Personas Mayores”,  la primera de las jornadas que realizamos en este año 2019, subvencionada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a través convocatoria de subvenciones del 0,7 del IRPF y a la que invito a participar a todas las personas que de alguna forma su trabajo, su día a día es cercano a las personas mayores y también animar a todas las personas mayores que quieran empoderarse.

Para acabar con un problema, primero debemos reconocer que existe este problema y entender que nos afecta a todos y a todas. Hablemos de soledad, del abandono y de los malos tratos y abusos. Hablemos, investiguemos sobre ello, demos cabida a los testimonios, denunciemos, porque lo que no se cuenta, lo que no se habla, no existe.


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