sábado, 22 de junio de 2019

Alternativas a la residencia




Viviendas confortables
  
En propiedad o en alquiler, un hogar es sinónimo de refugio y confortabilidad. Sin embargo, puede ser una trampa si no reúne las características necesarias para atender la fragilidad que se va sufriendo a medida que se cumplen años. En las últimas décadas se estudian y se ponen en práctica nuevas fórmulas asistenciales para que los mayores disfruten de independencia y asistencia más allá de la residencia.

Viviendas confortables

 En España hay 8.822.620 mayores de 65 años (2018) y la mayoría vive en su domicilio o en el de sus familias, ya que, según el informe del Imserso: las personas mayores en España (2016), solo 301.765 personas viven en residencias, aunque 1.195.276 hacen uso de la teleasistencia, la ayuda a domicilio y los centros de día.
Hasta hace unas décadas, la residencia parecía ser el lugar ideal para los mayores, pero la heterogeneidad del colectivo ha dado al traste con este modelo, que se ha quedado para los dependientes. Lamentablemente, no siempre las viviendas cumplen con los requisitos para que los mayores vivan; la falta de ascensor o un baño sin acondicionar son dos de los principales problemas.
Arquitectura y mayores:
Como en otros sectores, la arquitectura también busca respuestas a las necesidades de la Tercera Edad. La responsable del Programa de Mayores de la Fundación Arquitectura y Sociedad, Paz Martín Rodríguez –arquitecta técnica–, asegura que uno de los grandes retos de los arquitectos es “la rehabilitación y remodelación de viviendas existentes para adaptarlas a las necesidades de los mayores, todo ello dentro de entornos integradores”.
En su opinión, los nuevos pisos están mejorando en accesibilidad, pero no llegan a configurarse acorde con las necesidades del colectivo. “No existe una normativa estatal que recoja los cambios tipológicos necesarios para hacer viviendas para todos para toda la vida, ni tampoco para los mayores”, dice. “Cuestiones como la forma jurídica para la implantación del modelo, el acceso al suelo, los distintos derechos que se originan sobre las viviendas o los derechos y obligaciones de los residentes, ponen de manifiesto que todavía no estamos preparados para su desarrollo en España”, añade la experta, que señala que las soluciones que se dan hoy resuelven problemas concretos y parciales sin promover un debate general.
Pisos en alquiler:
Diversas fórmulas intermedias entre la vivienda independiente y la residencia se han puesto en marcha en los últimos tiempos. Un ejemplo son los pisos para mayores de 60 años construidos por el Consorcio Sociosanitario de Igualada (Barcelona), que gestiona también tres centros de día, una residencia y un servicio de atención domiciliaria. Su gerente Jordi Ferrer explica que la primera promoción se creó en 2008 al ver que se necesitaban las plazas de la residencia y en ella había personas que estaban bien de salud, con vida social y que no eran dependientes totales, aunque sí necesitaban ayudas puntuales.
La primera promoción, levantada sobre terreno municipal, constó de 66 apartamentos de 50 metros cuadrados cada uno con habitación doble, cocina, baño, salón comedor y terraza, muebles y electrodomésticos incluidos, diseñados con una estética moderna y funcional pero, sobre todo, adaptados a los mayores. Y la segunda se levantó en 2012 con 71 pisos –de 45 y 52 metros cuadrados– de las mismas características. Ambos edificios están en el municipio porque se busca la integración del colectivo.
Los edificios cuentan con un restaurante y un gimnasio en los bajos, abiertos al público, donde los mayores tienen descuento, además de una biblioteca y un hall para actividades propias. Y disponen de un portero las 24 horas del día, los siete días de la semana, que activa un protocolo de emergencia en caso de que los inquilinos tengan algún problema de salud o incidencia, ya que en las habitaciones y espacios comunes hay dispositivos de alarma que conectan con el móvil del trabajador, que incluso pasa lista si no ha visto a alguien. Los mayores vienen derivados de los servicios sociales municipales y no pueden ser propietarios de una casa o, en caso de tenerla, que su valor catastral no sea muy alto dado que los pisos están pensados para gente de pocos recursos. En estos casos, deben ceder su casa al alquiler social municipal. Pagan entre 600 y 700 euros en función de los metros cuadrados del apartamento, así como los gastos de agua, luz y gas –entre 230 y 300 euros–. El perfil de los usuarios ronda entre los 70 y 75 años y viven tanto en pareja como solos.
El gerente del consorcio indica que este tipo de viviendas “son menos costosas que una residencia” para las administraciones dado que no necesitan personal, salvo el servicio de portería. “La última promoción costó siete millones de euros, ya que el terreno al ser municipal fue gratuito, más unos 100.000 euros que costó equipar y amueblar los apartamentos”, puntualiza Ferrer, que añade que el modelo es exportable como un servicio más que se presta a los mayores, mientras las residencias deben verse solo para los dependientes.
Problemas de alquiler:
Aunque en España la mayoría de los mayores tienen pisos en propiedad, hay un porcentaje importante que vive en alquiler. Para paliar la situación de estos mayores, surgió hace diez años en Valencia la ONG Hogares Compartidos de la mano de Pilar Pardo, licenciada en Administración de Empresas, y Amparo Azcutia, trabajadora social. El proyecto consiste en conseguir viviendas apropiadas y de bajo coste de alquiler para que mayores con bajos recursos, principalmente personas con pensiones no contributivas, vivan dignamente en un piso compartido con otras de su edad. Gracias al apoyo de CaixaBank tienen operativos ocho pisos en los que viven 32 mayores, la mayoría varones de 60 años.
Amparo Azcutia señala que el proyecto surgió tras detectar la dificultad que tenían los mayores con bajas pensiones para acceder a un alquiler digno tras ser desahuciados de su casa, de haber perdido la suya por los avatares de la vida u otras circunstancias como la de no acceder a un alquiler social municipal porque se prioriza a las familias. “Solo se les alquilaban viviendas en mal estado, pisos donde se ejercía la prostitución, vivían inmigrantes o habitaciones en las que no tenían ninguna afinidad con las personas con las que convivían, lo que les obligaba a estar encerrados en sus habitaciones”, cuenta.
Hogares Compartidos busca viviendas a un “coste solidario”, en el que el propietario no busca beneficio. Los pisos son gobernados por los mayores –cada uno tiene su habitación– y se hacen cargo con sus pensiones del alquiler y gastos comunes. “En los hogares nadie se quiere ir, todos colaboran, y si hay alguien que necesite ayuda, los demás se la prestan porque se sienten parte de un hogar”, añade la trabajadora social.
Organización
La ONG organiza el grupo bien por edad, aficiones, gustos o empatía, agiliza los trámites legales del alquiler, pone en marcha el piso e incluso asiste a los mayores para buscar ayudas a las que tienen derecho y “limar con la mediación las asperezas o conflictos que surgen”. También organizan actividades una vez al mes para que no se conviertan en “pisos estancos”. “Solo uno de los pisos es de mujeres porque así lo quisieron, dado que la mayoría de los usuarios son hombres”, aclara Azcutia, que se lamenta de no poder dar respuesta a todos los que llaman a la puerta.
Azcutia argumenta que el concepto de envejecimiento está cambiando y que hay que buscar nuevas fórmulas. “La gente no quiere ir a una residencia si está bien, quiere un espacio cómodo en su entorno, donde vivir de forma independiente hasta que pueda”, dice convencida, mientras apela a la solidaridad de los que tengan un piso deshabitado a que colaboren con ellos.
(Transcripción hecha de un artículo publicado en la Revista MUFACE)


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