Antes, las personas mayores envejecían en sus casas cuidadas por sus hijos. Siempre
eran las mujeres las que afrontaban esos cometidos. La sociedad daba a las
mujeres en exclusividad las siguientes tareas: el cuidado y limpieza de la
casa, confeccionar ropa, el cuidado, en el mundo rural, de los animales
domésticos que allí convivían y atender y cuidar de los ascendientes mayores de
una y otra parte ¡Como si los hombres no tuvieran manos y sentimientos para
tal actividad! Llevaban éstas en el reverso del carnet de identidad las
siglas S.L. que las marcaba a sus labores, labores muy amplias como atributo de
su condición femenina. Deberes que la costumbre y la sesgada educación
imperante les imponían. Sus Labores que en sentido más amplio y sincero debería
haber dicho: sus multilabores.
En aquellos tiempos había centros
benéficos llamados asilos para acoger a pobres de solemnidad, así como aquellos
mayores que no tenían familia, o si la tenían no querían saber nada de ellos.
Si unos hijos optaban por ingresar en tales instituciones a sus padres, la
sociedad les tachaba de malos hijos por abandono de sus ascendientes en esa
última etapa.
Los tiempos, afortunadamente, han cambiado. ya la mujer no tiene por
exclusividad S.L. ya que desempeña un puesto de trabajo en esta sociedad igual
que el hombre.
Ahora que la mujer ha entrado en el campo laboral, los trabajos domésticos
han dejado de ser exclusividad de ella, repartiéndose con cierta equidad por
ambos partes. El problema se presenta cuando uno de los ascendientes que, por
razón de su edad, no es autosuficiente y requiere cuidados intensivos durante
todo el día. Al trabajar marido y mujer fuera del hogar no le pueden atender,
ni tampoco su economía les permite contratar asalariados para tal cometido.
Esta es la causa principal del nacimiento de otros internamientos para nuestros
mayores, que ahora llamamos Residencias. La palabra suena mejor que asilo, y
esta sociedad, tan hipócrita y crítica en épocas anteriores, aprueba y asimila
tal novedad.
Hemos de resaltar otra opción, que es mantener a los mayores en su hábitat
natural, es decir en su domicilio bajo la tutela y ayuda de cuidadoras. Un
considerable número de cuidadoras, casi todas inmigrantes, han encontrado
trabajo atendiendo a personas mayores, personal español raramente se encuentra
para ello; es por lo que los gobiernos de turno deberían premiar a tales
cuidadoras con la concesión inmediata de la nacionalidad española, dada la dura
tarea que desempeñan velando por nuestros mayores.
Las buenas residencias de mayores ofrecen ciertos atractivos a los
residentes como: atención médica personalizada, envejecimiento activo, cuidado
personal, entornos seguros, mejora de las relaciones sociales, alimentación
adecuada, control de la medicación, prevención de enfermedades patológicas etc.
Creo que todo es interesante, aunque dichas residencias carecen de esa
sustitución del entorno familiar y afectivo que antes gozaba el actual
residente.
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